miércoles, 27 de octubre de 2021

La economía de Cuba en los siglos XIX-XX y los inicios del movimiento obrero

La "independencia" Cuba en el 98 se salda con una enorme influencia económica y política de Estados Unidos. Se potencia la producción de caña de azúcar, café y tabaco, a la vez que se incrementan los capitales invertidos en la isla tanto americanos como ingleses, aunque estos últimos terminarían perdiendo el poco protagonismo que tuvieron. Cabría destacar que incluso durante el dominio español en la isla la producción de azúcar, que podría considerarse casi un monocultivo, ya dependía sobre todo desde finales del siglo XIX del mercado americano dado el auge en Europa de la producción de azúcar de remolacha. Se observa un aumento de 18.164 toneladas producidas en 1821 a 1.004.246 en 1895.

De esta última cantidad 800.000 toneladas se dirigían al mercado estadounidense. El viraje producido ya por los alrededores de la medianía de siglo en el comercio exterior se ilustra bien por los principales rumbos de las exportaciones. En 1852 el total del comercio cubano de exportación (100 %) estaba distribuido de la manera siguiente: 14,1 % a España, 20 % a Inglaterra, 44 % a Estados Unidos, 5,9 % a Alemania y el 16 % restante a otros países. La primacía del azúcar en el comercio exterior contribuyó a que las proporciones siguieran volviéndose aun más deformes. En 1880 el 82 % de las exportaciones de azúcar se dirigían a Estados Unidos, el 5,7 % a España, y el 4,4 % a Inglaterra. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Poco antes de la irrupción de las inversiones americanas ya se habían comenzado a disolver las relaciones de produccción feudales e incluso la mano de obra esclava había desaparecido casi por completo. Esta fuerza de trabajo fue reemplazada por el proletariado en la ciudad y el proletariado agrícola en el campo.

Luego de que Cuba alcanzó la independencia de España en 1898, el capital norteamericano estableció grandes latifundios azucareros en el oriente del país, que hasta ese momento había sido el área menos explotada con fines agrícolas y se encontraba completamente devastada por la guerra. Las empresas azucareras norteamericanas se apoderaron de las mejores tierras y llegaron a poseer en Cuba más de 1,342,000 ha obtenidas a precios irrisorios, el equivalente el 10% de la superficie toral del país. Alrededor de 1925, la mayor parte de las llanuras cubanas estaba plantada de caña. Las propiedades más extensas, que ocupaban el 70% de la tierra agrícola, se dedicaban básicamente a la ganadería y a la caña de azúcar. Poco más del 1% de los propietarios poseía el 57% de las tierras, mientras el 71% tenía solo el 11%. (Soel Michel Rondón Cabrera; El campesinado en Cuba frente a la crisis del modelo de agricultura convencional: El debate entre los transgénicos y la agroecología, 2017)

En particular, sobresale el desplazamiento paulatino de los capitales británicos por estadounidenses. En 1906 la inversión directa de entidades estadounidenses sólo ascendía a unos 150 millones de dólares, en tanto que la británica era de unos 200 millones de dólares. En 1909 se creó la Cuban Telephone Company y en general las inversiones estadounidenses crecieron discretamente hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, por lo que en 1914 sólo poseían 38 ingenios que producían menos del 40% del total de la zafra azucarera. Empero, en el período 1914-1925 construyeron 10 centrales azucareros de los 53 nuevos ingenios que propiciaron el auge productivo ante la falta de azúcar en el mercado internacional. En la zafra 1923-1924 entidades estadounidenses ya poseían 74 ingenios de los 106 existentes, que aportaban 60% de la producción nacional de azúcar. (Jesús M. García Molina;  La economía cubana desde el siglo XVI al XX: del colonialismo al socialismo con mercado, 2005)

La disgregación campesina se da de manera inexorable con la consiguiente pauperización de las condiciones de vida de estos. Según cálculos realizados a finales del siglo XIX y principios del XX, el proletariado agrícola era sumamente numeroso.

Según cálculos estimados, hechos por los alrededores de fines del siglo XIX y principios del XX, el número de los integrantes del proletariado agrícola ascendía a 300.000, aproximadamente. Una parte muy considerable de esta cifra estaba representada por ex-esclavos. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

En el censo agrícola de 1946, aunque se nota cierta disminución de la mano de obra agrícola, tenemos cifras muy esclarecedoras: 114 campesinos ricos poseían más hectáreas de terreno cultivable que 142.000 campesinos pobres y medios, es decir 1.817.602 frente a 1.647.602,3. Y si sumamos el resto de terrenos de otros campesinos "menos ricos", 16.508, con estos nos da un total de 9.077.086,3 frente a la segunda cifra anterior. 

Desequilibrio que se acentúa, si tomamos en consideración que había un número importante de tenentes medios y pequeños poseían la tierra en condiciones de arrendatarios, subarrendatarios, aparceros o precaristas. (Soel Michel Rondón Cabrera; El campesinado en Cuba frente a la crisis del modelo de agricultura convencional: El debate entre los transgénicos y la agroecología, 2017)

Este tipo de fenómenos se suelen dar en estas condiciones económicas, es decir durante las transiciones del feudalismo al capitalismo. En su obra "Quiénes son los amigos del pueblo y como luchan contra los socialdemócratas" de 1894 Vladimir Lenin profundiza enormemente sobre el tema y el maravilloso cuento de Máximo Gorki, "Konovalov", nos narra la vida de uno los muchos hombres que se dedicaban a vagabundear mientras buscaban un sustento en todas las latitudes del Imperio Ruso.

Como resultado de este proceso histórico de despojo de la propiedad campesina casi las dos terceras partes de las tierras dejaron de ser trabajada por métodos “campesinos”, observándose un incremento de los proletarios y semiproletarios agrícolas, el 57.6% de la fuerza de trabajo agrícola (345 mil estaban ocupados en la caña de azúcar y 100 mil en la ganadería), de ellos solo el 10% de manera permanente. (Soel Michel Rondón Cabrera; El campesinado en Cuba frente a la crisis del modelo de agricultura convencional: El debate entre los transgénicos y la agroecología, 2017)

¿Bajo qué condiciones vivían estos campesinos pobres? ¿Vivían holgadamente o estaban forzados a trabajar a destajo bajo la explotación más brutal? Lenin nos describe la situación en la Rusia de finales del siglo XIX:

Siguen los campesinos pobres, que son más de la mitad en el distrito (hasta 0,6: sin caballo o con un caballo, 26% + 31,3% = 57,3%) y llevan la hacienda con pérdidas; por consiguiente, arruinándose y viéndose sometidos a una expropiación constante e inexorable. Están precisados a vender su fuerza de trabajo, y cerca de la cuarta parte de ellos vive ya en mucho mayor grado del trabajo asalariado que de la agricultura. (Lenin; Quiénes son los amigos del pueblo y como luchan contra los socialdemócratas, 1894)

En la Cuba de inicios del siglo XX ocurría algo similar:

La irrupción del capital [durante la segunda década del siglo XIX] en la agricultura exigía la liquidación del sistema jurídico asentado en las antiguas mercedes, el régimen de bosques y los mayorazgos y vínculos concedidos a perpetuidad, instituciones de carácter feudal que inmovilizan la tierra, impidiendo que se convierta en mercancía apta para ser comprada por los poseedores de dinero. 

Los hacendados comenzaron a luchar por apoderarse de las mejores áreas ya ocupadas por los vegueros, sitieros, estancieros y conuqueros y, a tratar de que éstos se incorporaran a las nuevas haciendas azucareras como fuerza de trabajo, lo cual condujo, en el mejor de los casos, a la migración de los pequeños productores a tierras menos fértiles. En la mayoría de las ocasiones, al no poder acreditar la titularidad sobre la tierra, pasaron a regímenes de arrendamiento o aparcería, dando lugar al surgimiento de un ejército de campesinos arrendatarios, aparceros y precaristas que caracterizarían el paisaje rural cubano hasta mediados del siglo XX. 

(...)

Los pequeños campesinos eran los que poseían una pequeña parcela de tierra y la trabajaban personalmente o con el concurso de su familia, utilizando sus propios instrumentos de trabajo. Dentro de estos existían gradaciones o modalidades de acuerdo a su relación con el medio de producción, de acuerdo a si era propietario o no de la tierra que cultivaba y, en ello se ponía de manifiesto la permanencia de los rezagos semifeudales como la aparcería y el precarismo en convivencia con las formas de explotación capitalistas predominantes en el agro.

(...)

De los 142 mil agricultores, aproximadamente, que ocupaban hasta 5 caballerías (67 ha), 94 mil no eran dueños de la tierra que trabajaban (el 66%) y eran obligados a pagar abusivas rentas en dinero o en especie, viéndose forzados a entregar una buena parte de la cosecha, que además, se correspondía con la de mejor calidad, constituyendo esto una forma de explotación directa al pequeño agricultor; y si dentro de este último grupo analizamos a aquellos que poseían menos de 2 caballerías de tierra (26.84 ha), que por lo general, dentro de los pequeños campesinos eran los que peor vivían o sobrevivían, tenemos que 85 mil campesinos (el 84,15%) trabajaban en extensiones inferiores al mínimo vital. (Soel Michel Rondón Cabrera; El campesinado en Cuba frente a la crisis del modelo de agricultura convencional: El debate entre los transgénicos y la agroecología, 2017)

Como vemos las condiciones de vida y las relaciones de producción eran las mismas: expropiación por parte de los señores feudales o burgueses, precaria existencia de los campesinos pobres con o sin tierra, y aumento de la venta de la fuerza de trabajo. ¡Y es que hasta en los periodos en que la cosecha era poca los obreros agrícolas se veían forzados al vagabundeo para encontrar trabajo!

Había que encarar resueltamente el hecho de que en las plantaciones e industria azucareras había que trabajar entre 12 y 16 horas diarias durante el período de la zafra, mientras que durante el prolongado tiempo muerto decenas de miles de trabajadores vagaban sin tener trabajo. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Y cuando este capitalismo, al desarrollarse, rebase las formas estrechas del capitalismo medieval, rural, destruye el poder avasallador de la tierra y obliga al campesino, hace ya mucho expoliado por completo y hambriento (...) a peregrinar por toda Rusia en busca de sustento, pasando largos períodos sin trabajo, a contratarse hoy con un terrateniente, mañana con un encargado de obras de un ferrocarril, después corno peón en alguna ciudad o como bracero de un campesino rico (...)  (Lenin; Quiénes son los amigos del pueblo y como luchan contra los socialdemócratas, 1894)

Por otra parte, surge el proletariado como tal y el movimiento obrero a partir de mediados del siglo XIX, aunque la producción esclavista no desaparecería hasta 1886. 

La clase obrera industrial representaba (según el censo de 1899) el 14 % de las personas con ocupación; cabe señalar que del total de los obreros industriales de 40 % correspondió a los tabaqueros. Según el mencionado censo de 1899, trabajaban en La Habana 24.169 tabaqueros; el número de éstos ascendía en 1907 a 27.503. Según testimonia el censo, los demás ramos de la industria estaban representados principalmente por los oficios artesanales (5.426 panaderos, 14.204 carpinteros, 6.557 albañiles, 3.481 sastres, 6.320 zapateros, etc.). No obstante, aparte de los trabajadores mencionados anteriormente, debemos tener también en cuenta a los obreros portuarios, cuyo número ascendía a varias decenas de miles (sólo el de los marinos ascendía a 4.820) y que aparecieron en el censo, de un modo un tanto oculto, en la categoría de "jornaleros". (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Tenemos por ejemplo que la situación de la mano de obra esclava y el naciente proletariado distaba mucho de ser mínimamente digna. Podemos ver que las relaciones que imponía la burguesía cubana a la clase obrera tenía muchas similitudes con las relaciones de producción feudales.

Con la colosal expansión de la economía urbana a partir de la década de 1830, la élite socioeconómica cubana buscó formas de trabajo más coercitivas. En atención a estos intereses, la administración colonial creó mecanismos legales para coaccionar jurídicamente a los trabajadores libres. Un ejemplo de la relación entre la élite socioeconómica proesclavista y la administración española es el Reglamento de aprendizaje que estuvo vigente en Cuba desde fines de la década de 1830 hasta mediados de la de 1870. Este reglamento permitió el endurecimiento de las condiciones laborales para los aprendices, muchos de los cuales eran trabajadores jurídicamente libres, y también para los trabajadores urbanos en general.

(...)

Como en épocas anteriores, los aprendices no recibían jornal durante varios años, pero ahora tenían que permanecer como tales hasta mucho después de aprender bien el oficio, debido al largo plazo que la escritura fijaba para que el aprendiz quedara libre y pudiese presentarse al examen de oficial que la Sociedad Económica supervisaba. (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999)

Además incorporó al mundo laboral y, concretamente, al aprendizaje de oficios a niños huérfanos, abandonados y pobres con el único fin de disminuir los costes de producción. 

La élite socioeconómica y administrativa deseaba tantos aprendices escriturados como fuera posible, porque eran una forma barata de trabajo no libre, y porque cuantos más aprendices hubiera, tanto libres como esclavos, más oficiales entrarían en el mercado laboral en el futuro, con lo cual los jornales tenderían a disminuir. Al colocar niñas y niños huérfanos, abandonados o pobres en los talleres y fábricas, probablemente la administración aumentó en un cuarto o más el número de aprendices existentes en ciudades como La Habana, la cual ya contaba con más de 4.000 aprendices a finales de la década de 1830. (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999)

Otro tipo de leyes que se promovió fue la de la Libreta. Este documento se implantó en la industria del tabaco y llegaba para ayudar al necesitado burgués ya que los obreros "abusaban" de él gracias a la enorme demanda de mano de obra. 

Específicamente, los fabricantes insistían en que los tabaqueros no devolvían el dinero que les habían dado como anticipo de sus jornales para asegurarse de que trabajarían en sus talleres o fábricas. Según las reglas del sistema de la Libreta, cada oficial tabaquero tenía que registrarse en la Sección Industrial de la Sociedad Económica, precisamente, la sección que se encargaba de vigilar a los aprendices. La Libreta registraba el centro de trabajo del tabaquero, su lugar de nacimiento, su domicilio, su aspecto físico y si poseía o no una licencia de oficial.

Ningún fabricante de tabaco podía aceptar a un trabajador libre o a un esclavo que se alquilase sin la Libreta. Donde fuera que el oficial encontrara empleo, el patrono guardaba la Libreta. Allí podía anotar la cantidad de dinero que adelantaba al empleado. Esta última cláusula se debía a que los patronos en Cuba solían adelantar dinero a sus empleados para atraerlos a un taller determinado. Si el patrono anotaba que el trabajador le debía dinero, este no podía dejar la fábrica. (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999) 

El autor hace notar que este tipo de prácticas era común en otros países de Latinoamérica como Puerto Rico, aunque representaba claramente un abuso por parte de la burguesía.

Era el patrono, no la administración ni el empleado, quien anotaba la deuda del trabajador. Como la producción tabacalera decrecía cada año de enero a julio, muchos tabaqueros aceptaban adelantos en metálico durante estos meses, de modo que cuando la demanda de trabajo y los jornales subían de julio a diciembre, aquellos tabaqueros no tenían más remedio que trabajar para sus acreedores por jornales bajos, en vez de ganar jornales más altos en otros talleres.  (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999) 

Cabe señalar que todas estas leyes y prácticas no se extendían solamente al obrero y esclavo cubano, sino que afectaban también a los extranjeros que comenzaban a trabajar en la isla. Los dependientes de comercios, que solían ser españoles, vivían en sus puestos de trabajo compartiendo espacio con otros obreros, autóctonos o extranjeros. La jornada que soportaban era de dieciséis horas, de lunes a domingo y aunque poseían mayor libertad de movimiento para cambiar de trabajo tenían enormes trabas.

Aun así, para trabajar o para buscar colocación en otra tienda, los dependientes necesitaban autorización oficial. Además, también sufrían duros castigos corporales. (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999) 

La soldadesca en muchas ocasiones se veía obligada a buscar un segundo oficio y aceptaba cualquiera con tal de sobrevivir. 

Desde mediados de la década de 1850, el capitán general Gutiérrez de la Concha intensificó el uso de soldados para que trabajasen bajo disciplina militar en todo tipo de obras públicas o empresas privadas, con lo cual no hacía más que utilizarlos como si fuesen presos de las cárceles. A menudo las diferencias de trato entre unos y otros eran mínimas.

Además de la disciplina militar, la administración se sirvió de la miseria existente en los cuarteles para compeler a los soldados a que buscasen su sustento trabajando fuera de los mismos. Por consiguiente, la mayoría de los soldados rasos estaban constantemente rebajados de servicio para poder trabajar como cigarreros, tabaqueros, pintores, albañiles, criados, peones agrícolas, macheteros, o cualquier otra ocupación que les proporcionase un jornal. (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999)

Las primeras asociaciones de socorro mutuo aparecen en la década de 1840, aparece pues el movimiento obrero. Aunque esto, por supuesto, representaba un paso adelante para la clase obrera no está de más mencionar los defectos con los que surge. El principal es la configuración de estas organizaciones en base a principios raciales:

En el reglamento de la Sociedad se Socorros Mutuos, llamada Nuestra Señora del Pilar, se refleja de un modo inequívoco el carácter fundamental de las organizaciones de esa época:

"Todo individuo que quisiera ser incorporado en esta Sociedad — se advierte en el reglamento —, debe concurrir en él indispensablemente las siguientes cualidades: ser blanco, de notoria honradez, carácter prudente, amante del trabajo, y que al tiempo de pretenderlo, tanto el aspirante como su familia disfruten de buena salud". (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Siguiendo al ideario reformista, siempre tan preocupado por el blanqueamiento de la isla, un semanario obrero, contrario a la entrada de trabajadores asiáticos sujetos a contrata, manifestaba que Cuba debía aumentar su población, pero que esta debía ser de "raza blanca ó europea". (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999)

Durante la segunda mitad del siglo XIX podemos ver al movimiento reformista apoyando la abolición de la esclavitud. Con esto buscaba granjearse a los artesanos en su lucha contra contra la metrópolis, ya que estos se oponían al uso de mano de obra esclava en los talleres, lo cual permitía endurecer las condiciones laborales por parte de los patronos. En base a esto comienzan las luchas contra la censura de la prensa y por la educación en las fábricas. Nacen así periódicos como "La Aurora", prácticas como la "lectura" que consistía en que un obrero leyese periódicos o libros mientras sus compañeros trabajaban. Esta práctica se extendió principalmente en la industria tabacalera e incluso a día de hoy se lleva a cabo. 

Otras organizaciones de este tipo como la que conformaba el periódico "El Siglo" tenían una marcada tendencia hacia el socialismo utópico:

Entre los colaboradores de El Siglo se encuentra José Moreno de Fuentes, autor del primer ensayo de temática obrerista publicado en Cuba, quien examina el socialismo y la organización obrera en Europa y Estados Unidos, y sus implicaciones para los artesanos cubanos. Después de analizar brevemente las ideas de Robert Owen, Henri de Saint-Simon, Charles Fourier, Étienne Cabet y Pierre-Joseph Proudhon, Moreno de Fuentes muestra su preferencia por las ideas de Charles Fourier. (Joan Casanovas Codina; La prensa obrera y la evolución ideológico-tácticadel obrerismo cubano del siglo XIX, 2003)

La Guerra de Diez Años termina en 1878, y con el fin de esta se reactiva el movimiento obrero. El decadente reino de España trata de frenar con todas las medidas posibles las tendencias separatistas. Se crea un cuerpo de Voluntarios, que crecería en los siguientes años a la cifra de 70.000 efectivos, aunque esto no les trajo sólo beneficios. A pesar de su origen la mayoría de los miembros del cuerpo eran obreros y, de hecho, ejercían como tal en la isla. Vemos que los escogedores de tabaco en 1872 fundan en La Habana la Sociedad Protectora del Gremio de Escogedores, el primer sindicato en Cuba y, en el mismo año, litógrafos y cocheros realizan algunas huelgas.

Un hecho que recalca repetidas veces el autor de este artículo es el que la clase obrera no apoyaba incondicionalmente las ideas separatistas. Esto se debe en gran medida a que mucha de esta era de origen español, pero debería hacerse notar otro hecho. El separatismo, nacido en el seno de la burguesía nacional y ansiosa por conseguir mayores beneficios en el mercado internacional, trata por todos los medios influenciar a las demás clases con su punto de vista. Busca la alianza interclasista para conseguir la independencia de Cuba y deshacerse de las trabas feudales de la metrópolis española. Pero mientras por un lado hace esto, por el otro no deja de actuar como lo que es: una clase antagónica del proletariado.

Por otra parte, los obreros exiliados no participaron incondicionalmente en el movimiento separatista. Debido a la actitud hostil a las demandas obreras por parte del ala conservadora del liderazgo separatista, los aldamistas (...) (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999)

Tenemos entonces un cuadro muy ejemplificativo de naciones cuyas aspiraciones de independencia las hegemoniza, o trata de conseguirlo, la burguesía.

A lo largo de este apartado hemos visto las condiciones económicas en Cuba desde mediados del siglo XIX hasta el XX. También el surgimiento del movimiento obrero y sus condiciones laborales. Pero antes de comenzar a hablar sobre el primer Partido Comunista de Cuba debemos hacer un repaso de la ideología que más peso tuvo en el movimiento obrero desde finales de siglo hasta comienzos del siguiente: el anarquismo.

La influencia del anarquismo

Con la Restauración monárquica española y, sobre todo a partir de 1878, la pérdida de influencia de la burguesía separatista en el movimiento obrero aparece el anarquismo en Cuba. La esclavitud comenzaba a entrar en decadencia y apenas le quedaban ocho años de vida oficial. Gracias a la enorme represión ejercida por la monarquía en la península no tardaron en llegar a la isla emigrados anarquistas. 

En 1885 se funda el Círculo de Trabajadores, promovido por los anarquistas. De esta organización es quizás el miembro más conocido Enrique Roig San Martín del que la historiografía señala principalmente que fue el representante del marxismo durante esta época. Este hecho debería parecernos dudoso dado que su supuesta postura marxista no le impedía colaborar con periódicos anarquistas como "El Productor". Recordemos que el propio Bakunin durante cierto tiempo juró ser el más fiel discípulo de Marx. Dentro de el Círculo perduraban además las corrientes anteriores de socorros pero como ya veremos el anarquismo era la tendencia principal.

Pese a estos debates, el mencionado Círculo agrupaba a fines de la década de los años 1880 a una enorme masa obrera, consistente en aproximadamente 80.000 obreros organizados. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Tras la abolición de la esclavitud la clase obrera comenzó a movilizarse en pos de conseguir mayores reformas por parte de la metrópolis y algunas de estas dieron sus frutos.

Poco después de la aprobación de la ley de asociación para la Península [en Cuba fue aprobada en 1888], en una reunión en el Círculo, representantes de diecisiete sindicatos establecieron una comisión representativa de la mayoría de asociaciones obreras de la ciudad para elaborar un «cuerpo de doctrina [...] bajo el cual caminemos todos». La JCA [Junta Central de Artesanos] llamó a estas reuniones una «especie de congreso obrero» cuyo propósito era crear la anhelada «Federación de Trabajadores de la Región Cubana» a semejanza de la FTRE. (Joan Casanovas Codina; Movimiento obrero y lucha anticolonial en Cuba después de la abolición de la esclavitud, 1995)

A raíz de esto se celebra el primer congreso obrero en 1892 y en él se debaten puntos muy importantes para el desarrollo del movimiento obrero, aunque con la enorme influencia que ejercía el anarquismo se veían muy limitados. 

Era de enorme importancia la celebración del primer congreso obrero, con la participación de más de mil delegados, en 1892. Se trataba de un congreso de carácter realmente nacional ("Congreso Regional Obrero de Cuba"). Sus principales demandas se centraron en la jornada de ocho horas, el derecho a la huelga, la creación de una organización obrera unitaria y la protesta contra la discriminación racial, pero además se puso también énfasis en la lucha por la independencia de Cuba. Con anterioridad a la celebración del congreso, el movimiento obrero cubano conmemoró ya en dos ocasiones (1890, 1891) el Primero de Mayo, y se ha convertido en una importante fuerza política de la Isla. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Se plantean también la revolución como método para la emancipación social, pero sin ningún tipo de carácter y los métodos para llevar a cabo esta.

Figuraba también muchas veces en las intervenciones la expresión de "revolución" y, aunque hayan sido diferentes las interpretaciones relativas a la misma y las opiniones sobre los caminos que conducirían a ella, los asistentes al congreso aprobaron unánimemente la necesidad de una revolución como objetivo final. Algunos consideraban que sería la huelga general, la que conduciría a la revolución, otros abogaban que la misma partiera de Europa ("cuando llegue la hora de Europa"). (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Es de especial importancia la coletilla de la huelga general en lugar de la insurrección como método para la toma del poder ya que sería una losa que llevarían a sus espaldas los líderes del futuro Partido Comunista de Cuba. Como veremos más adelante, ni siquiera en base a esto actuarían correctamente en las situaciones revolucionarias. 

Las diferentes posiciones ideológicas se plantearon agudamente en relación con las cuestiones de organización, pero, al mismo tiempo, un rasgo fundamental del debate fue también su carácter equilibrado. Eduardo González, conocedor de las obras de Marx, caracterizó claramente la situación: "aunque muchos trabajadores discrepen en el terreno de los principios, no debe ser así en el terreno económico". (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

De nuevo apreciamos verdaderamente hasta qué punto los presuntos marxistas cubanos de la época conocían a fondo el marxismo. ¿Actuación conjunta con los anarquistas u otra corriente contraria cuando se admite que no hay cohesión alguna de principios? ¿Acaso Marx y Engels no fueron los principales valedores de que toda organización obrera actuase en base a unos principios establecidos y no los violase? Así podríamos resumirlo en palabras de Lenin. 

Además, estas palabras de Marx han sido tomadas de su carta sobre el Programa de Gotha, en la cual censura duramente el eclecticismo en que se incurrió al formular los principios: si hace falta unirse -escribía Marx a los dirigentes del partido-, pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del movimiento, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis "concesiones" teóricas. Tal era el pensamiento de Marx, ¡pero resulta que entre nosotros hay gente que en nombre de Marx trata de aminorar la importancia de la teoría! (Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

En el artículo citado se menciona además que los anarquistas intentaron que su programa fuese aprobado en su congreso, cosa lógica desde su punto de vista, y la única respuesta que recibieron en contra fue ¡que ese no era un congreso anarquista, sino de obreros! De más está decir que lo era pero si se lee con atención la obra de los clásicos del marxismo lo primero que se establece para que el movimiento obrero crezca y obtenga frutos de su lucha es que estudie primeramente las condiciones económicas y sociales de su nación y después establezca una teoría revolucionaria para su lucha, marxista; que estudie el movimiento obrero de otros países y tome como ejemplo las victorias y las derrotas que se hayan sufrido. El que los presuntos marxistas se contenten con influenciar a la clase obrera con una conciencia economicista y un programa de emancipación social sin matices es un error garrafal.

Por supuesto que la lucha económica ayuda a mejorar las condiciones de vida del proletariado, pero estas conquistas suelen ser por desgracia efímeras y a la hora de la verdad, en una situación revolucionaria, ¿cómo se va a actuar si no se dispone de un plan y unas posiciones políticas específicas y correctas? ¿No se supone que el socialismo científico es la corriente más revolucionaria, consecuente, para ello?

Naturalmente, en la fase primaria del movimiento obrero político y sindical en Europa se podía defender la neutralidad de los sindicatos, como medio de ampliar la base inicial de la lucha proletaria en una época en que estaba relativamente poco desarrollada y no existía una influencia burguesa sistemática sobre los sindicatos. 

(...)

Se dice -y Plejánov insiste particularmente en ello- que la neutralidad es precisa para unir a todos los obreros que llegan a comprender la necesidad de mejorar su situación material. Pero quienes lo dicen olvidan que la fase actual de desarrollo de las contradicciones de clase siembra inevitable e indefectiblemente "discrepancias políticas" incluso en la cuestión relativa a cómo debe conseguirse este mejoramiento dentro de la sociedad contemporánea. La teoría de la neutralidad de los sindicatos, a diferencia de la teoría sobre la necesidad de una estrecha vinculación de los mismos con la socialdemocracia revolucionaria, conduce inevitablemente a preferir medios para lograr este mejoramiento que equivalen a amortiguar la lucha de clase del proletariado. (Lenin; La neutralidad de los sindicatos, 1908)

Este error, para mayor desgracia, no apareció caído del cielo sino que se venía arrastrando desde mucho antes. En 1887 la Junta Central de Artesanos de La Habana estableció lo siguiente:

-las distintas comunidades deben gozar, en el seno de la federación, de la más plena autonomía; (...)

-debe prohibirse en el seno de la federación la divulgación de cualquier clase de doctrinas políticas y religiosas, "dejando como único y universal principio el de la emancipación económico-social y la confraternización"; (...) (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

¿Qué significa aceptar este tipo de programas? Significa plegarse a la concepción pequeñoburguesa del papel de los sindicatos. ¿Hacia dónde sino a la desorganización del proletariado conduce esta autonomía? Permitir este tipo de prácticas conduce al debilitamiento del movimiento obrero, a la desunión y la imposibilidad de cualquier tipo de acción conjunta. ¿Qué consecuencias trae consigo la prohibición de la propaganda marxista? La propagación de teorías anarquistas, al fin y al cabo lo que buscaban los líderes del Círculo, que dificultaría todavía más la educación de la clase obrera en una teoría y práctica verdaderamente revolucionaria que rompa con la mera lucha económica y aislada y por último supone un enorme obstáculo la formación de un partido de vanguardia que dirija la lucha por su emancipación. 

Stalin lo explicaba de manera magnífica:

Las organizaciones más extendidas y que agrupan mayores masas son los sindicatos y las cooperativas obreras (...). El objetivo de los sindicatos es la lucha contra el capital industrial (principalmente), por el mejoramiento de la situación de los obreros en el marco del capitalismo moderno. El objetivo de las cooperativas es la lucha contra el capital mercantil (principalmente) por la ampliación del consumo de los obreros mediante la rebaja de los precios de los artículos de primera necesidad, también, claro está, en el marco de ese mismo capitalismo. Tanto los sindicatos como las cooperativas son indiscutiblemente necesarios al proletariado como medios que organizan la masa proletaria. Por ello, desde el punto de vista del socialismo proletario de Marx y Engels, el proletariado debe asirse a estas dos formas de organización, consolidarlas y fortalecerlas naturalmente en la medida en que lo permitan las condiciones políticas existentes. 

Pero los sindicatos y las cooperativas no pueden satisfacer por sí solos las necesidades de organización del proletariado en lucha, porque las mencionadas organizaciones no pueden rebasar el marco del capitalismo, ya que su objetivo es mejorar la situación de los obreros en dicho marco. Pero los obreros anhelan liberarse por completo de la esclavitud capitalista, anhelan romper este marco, y no sólo moverse en su interior. En consecuencia, hace falta, además, una organización que reúna en torno suyo a los elementos conscientes entre los obreros de todas las profesiones, convierta al proletariado en una clase consciente y se proponga como objetivo principal destruir el régimen capitalista, preparar la revolución socialista. 

(...)

Por eso es necesario, en la medida de lo posible, aplicar en las organizaciones del proletariado el principio del centralismo en oposición al fraccionamiento federalista, lo mismo si estas organizaciones son el Partido que si son los sindicatos o las cooperativas. 

(...)

Ocurre así porque, con frecuencia, estas dos organizaciones económicas, si no están en estrecha relación con un Partido socialista fuerte, se empequeñecen, dan al olvido los intereses generales de clase trocándolos por intereses estrechamente profesionales e infieren así un gran daño al proletariado. Por ello es necesario en todos los casos asegurar la influencia ideológica y política del Partido en los sindicatos y en las cooperativas. Sólo con esta condición las organizaciones mencionadas se convertirán en la escuela socialista que organice en una clase consciente al proletariado diseminado en distintos grupos. (Stalin; ¿Anarquismo o Socialismo?, 1906)

Gracias a esta neutralidad por parte del ala socialista gana entonces, tanto en la teoría como la práctica, el punto de vista anarquista.

La moción aprobada por el congreso, la que reconocía el "socialismo revolucionario" como ideología del movimiento obrero Cubano, significaba entonces —en lo fundamental— un anarcosindicalismo, y la Federación de Trabajadores de Cuba, fundada en aquel entonces, se constituía como una organización integrada por secciones, cada una de las cuales gozaba de plena autonomía para realizar sus propias acciones. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Veamos algunos ejemplos de la práctica anarquista.

A finales de agosto de 1887 comienzan una serie de manifestaciones para tratar de destituir al capitán general Sabas Marín. Su rival político, Manuel de Salamanca del Partido Liberal, usó como llamamiento la lucha contra la corrupción. El ministro de ultramar, Víctor Balaguer, ordena que Marín tome las las aduanas para simular su adherencia a la política de Salamanca aunque no consigue frenar las huelgas. En una muestra de verdadera vocación revolucionaria los anarquistas apoyaron la venida de Salamanca. Esto provocó que los anarquistas españoles criticasen a los de la isla a lo cual respondieron que dada la distancia entre Cuba y Barcelona la política no era la misma.

Las huelgas continuaron, aunque muchas de las que ocurren en este periodo son mayoritariamente de carácter espontáneo y económico:

Durante estos años, aparte del reformismo metropolitano, el crecimiento de las exportaciones de puros y cigarrillos ayudaron a que los trabajadores del ramo del tabaco (el colectivo de trabajadores urbanos más numeroso de Cuba) ganasen huelgas de proporciones nunca vistas en Cuba. Desde esta posición de fuerza, los trabajadores tabacaleros llevaron el movimiento obrero a un nuevo plano. Inicialmente, la mayoría de huelgas fueron en las fábricas de tabaco de La Habana y poblaciones circundantes, pero poco a poco, trabajadores de otros sectores productivos y de otras provincias se unieron a esta explosión de activismo obrero. Además de las tradicionales demandas de aumento de salario, en esta nueva fase, el movimiento obrero luchó con éxito en contra de los métodos residuales de la época de la esclavitud para disciplinar la fuerza laboral, tales como la discriminación en contra de los trabajadores no-blancos y el maltrato físico de aprendices y dependientes. Respecto a la dignidad y la cultura de la clase trabajadora, el movimiento obrero combatió la censura que los fabricantes procuraban ejercer sobre la «lectura», en los talleres de tabaco, y la falta de consideración con que capataces y fabricantes trataban a sus subordinados. (Joan Casanovas Codina; Movimiento obrero y lucha anticolonial en Cuba después de la abolición de la esclavitud, 1995)

La llegada de Salamanca al poder ocurre a finales de 1889 y su objetivo, al igual que el de sus predecesores, es perpetuar el dominio colonial y, como la burguesía criolla, pretendía ganar apoyos para su causa entre la clase obrera. En una huelga producida ese mismo año ayuda a obreros cubanos a entrar a la isla desde Estados Unidos. 

En 1889, éstas empezaron en el Cayo, donde los trabajadores se lanzaron a la huelga (...) La reacción de los fabricantes fue el lockout, y la solución de los obreros emigrar a Cuba temporalmente gracias al dinero y la ayuda de las asociaciones de la isla. Salamanca envió un barco de guerra para ayudar a transportar huelguistas (...) A finales de Noviembre ya habían llegado a Cuba unos 2.000 trabajadores (...) Paralelamente, los fabricantes de La Habana declararon un lock out general después de una huelga en una fábrica. Salamanca enseguida percibió que el lock out en La Habana ponía en peligro su esfuerzo por debilitar el movimiento separatista, por lo que decretó el cierre inmediato de la UFT, a la vez que alarmado por la propagación del socialismo colectivista, ordenó el cierre de la Alianza, el Círculo, y El Productor. (Joan Casanovas Codina; Movimiento obrero y lucha anticolonial en Cuba después de la abolición de la esclavitud, 1995)

Por supuesto que los anarquistas acertaron de lleno con su apoyo. A esto sobrevino un breve periodo de reacción realizado por Salamanca y tras la muerte de este reanudaron las huelgas. Podemos observar otro caso significativo de la práctica anarquista: la huelga sin ningún objetivo claro, utilizando como único motor el factor subjetivo que en este caso ni siquiera eran propicio. 

Al mismo tiempo, un número creciente de sindicatos empezaron a declararse en huelga con el objetivo de desencadenar una huelga general, pero era temporada baja en la industria del tabaco, y los trabajadores tabacaleros no pudieron lanzarse mayoritariamente a la huelga. Al cabo de unos cuantos días, las últimas huelgas quedaron extinguidas. (Joan Casanovas Codina, Movimiento obrero y lucha anticolonial en Cuba después de la abolición de la esclavitud, 1995)

Ya en la primera mitad de la década de los noventa los anarquistas comenzaron a apoyar el movimiento separatista. El acercamiento con el Partido Revolucionario Cubano, fundado por el liberal José Martí, se hacía inminente y, de hecho, las federaciones sindicales permitieron a los obreros militar en dicho partido sin problema alguno. 

La fórmula que adoptó el congreso sobre la relación que se iba a establecer entre el movimiento obrero y el separatista, permitía que los trabajadores se uniesen individualmente al movimiento separatista, pero sin romper su vinculación con el movimiento obrero. (Joan Casanovas Codina; Movimiento obrero y lucha anticolonial en Cuba después de la abolición de la esclavitud, 1995)

¿Qué podemos sacar el limpio de esto? Las alianzas temporales en contextos como este (luchas antiimperialistas, democráticas, por la independencia) son comprensibles aunque principalmente si se realizan con la pequeña burguesía o incluso con parte de la burguesía nacional que no esté ligada a las fuerzas imperialistas; pero jamás se debe renunciar a un programa propio. La cuestión es que los anarquistas no supieron dirigir en las tareas que les fueron planteadas, iban constantemente a la zaga, ya fuese apoyando a representantes de la metrópolis o a la burguesía independentista. Es decir, permitían que la burguesía de uno u otro país expandiese su influencia entre la clase obrera. Más adelante también observaremos hasta qué punto el PCC se vio influenciado por las teorías liberales de José Martí que, aunque poseían ciertas tendencias progresistas, no dejaba de embellecer la democracia burguesa. 

¿Cómo podríamos resumir toda la actuación del anarquismo en Cuba? Al igual que en la inmensa mayoría de territorios en los que llegó a tener influencia. 

La profunda razón es que la clase obrera, influida por una filosofía reaccionaria y dirigida por grupos anarquistas aventureros o irresponsables no actuó nunca como clase independiente, con propios principios de clase, con objetivos de clase. No se consideró nunca como la clase dirigente de la nación, como la clase irreconciliable con el régimen capitalista con la misión de destruir el Estado burgués, tomar el poder político, liquidar la explotación del hombre por el hombre, crear una sociedad sin explotadores, una nueva civilización: el socialismo. Tenía la fuerza y la entregó a los enemigos. De dirigente que debía de ser, pasó a ser dirigida, y su entusiasmo y abnegación revolucionaria pasó al servicio especulativo del capitalismo y de sus formas reaccionarias. La clase obrera, desorientada por las prédicas antipolíticas y apolíticas, antiestatales y antiautoritarias, se quedó deslumbrada a menudo por fantasmagóricos sentimentalismos que exaltaban su instinto revolucionario y la conducían a explosiones aventureras y sin salida, no comprendiendo ella, que como clase independiente, debía de tener una teoría revolucionaria propia, que debía de forjar su propio partido político revolucionario. El anarquismo le había vendado los ojos y le entregó indefensa a las maniobras y todas las trampas de la burguesía. Y fue así como ella no captó que el antipoliticismo y el apolitismo son la política de la reacción; que el apoliticismo le condujo a votar por el leurrouxismo antes, y a la pequeña burguesía nacionalista catalanista después. Así es como tampoco captó que el antiestatismo y el antiautoritarismo consolidaban el monopolio burgués del Estado y la autoridad, y que condenan a la clase obrera a la explotación despiadada, a las represiones brutales, a la desesperanza y a la impotencia. (…) Pues bien, queridos camaradas, la vida ha demostrado sobradamente que el anarquismo es una filosofía reaccionaria, ajena a la clase obrera, una prolongación de la burguesía hacia el campo obrero. La vida nos ha demostrado sobradamente que los grupos específicos, herederos del bakuninismo y los anarquistas individualistas, han sido un instrumento de la burguesía en el movimiento obrero, fuerza de choque aventurera y amoral de los inconciliables enemigos de la clase obrera y del pueblo. (Joan Comorera; La revolución plantea a la clase obrera el problema del poder político, enero de 1949)

miércoles, 21 de julio de 2021

Mauricio Grabois; Dos concepciones, dos orientaciones políticas, 1960

Introducción:

El presente artículo fue escrito y publicado en 1960 por uno de los máximos dirigentes del Partido Comunista de Brasil (PCdoB), Mauricio Grabios. Para contextualizar un poco se podría añadir que forma parte de una serie de documentos aparecidos en la misma época escritos por Grabois y otros marxistas-leninistas que decidieron poner fin a la vía socialdemócrata que se había impuesto en el PCB desde el XX Congreso del PCUS que, en la mayoría de los casos, sólo vino a dar el visto bueno a la mayoría de desviaciones derechistas que afectaban a varios partidos comunistas en todo el mundo. Podría ejemplificarse con el caso del Partido Comunista de España, el de Italia, Estados Unidos, Francia etc. Estos partidos ya desde antes y después de la Segunda Guerra Mundial reflejaron esperanzas en las democracias burguesas de sus respectivos países y, como puede ser el caso de los italianos y los franceses, hicieron llamados para llevar a cabo una supuesta transición pacífica hacia el socialismo.

Así pues en 1962 se rompe con el PCB liderado por el revisionista Carlos Prestes y se funda el PCdoB de la mano de Grabois, Pedro Pomar y Joao Amazonas. Desde un inicio sufre de posturas foquistas y maoístas, como puede verse en su postura con la guerra de guerrillas, aunque estas desviaciones posteriormente las fue desechando. Esto puede verse por ejemplo en la obra de Grabois "Diario de la guerrilla" de 1973 o en Mauricio Grabois, marxista-leninista brasileño, y sus reflexiones sobre el carácter reaccionario del revisionismo cubano en el plano internacional. En este fragmento se critican las posturas revisionistas de Fidel Castro en un discurso y su defensa a la dirección del PCB y otros revisionistas europeos.

Para la lectura sobre la historia del partido recomiendo el artículo La claudicación del PCdoB en el que se hace un breve repaso de su trayectoria y la posterior traición que llevó a cabo Amazonas a partir de la década de los ochenta. Estas traiciones se pueden ver a partir del fin de la dictadura fascista ya que, y como menciona el artículo, el PCdoB comienza a defender la democracia burguesa y la existencia de diversos partidos. Ejemplo de esto es el apoyo que el partido le presta al gobierno burgués de José Sarney desde 1986.

La traducción ha sido realizada directamente del portugués y he intentado que sea lo más fiel posible en cuanto al vocabulario. Se han omitido algunas líneas a causa de que se repiten en los párrafos siguientes, así que no se pierde nada del contenido original. Más adelante se intentará traducir más trabajos de Grabois como de otros dirigentes como Pedro Pomar. 




La Declaración de marzo de 1958 no expresa una política justa, no corresponde con los intereses del proletariado. En esencia, el documento defiende una línea oportunista de derecha. Exagera la importancia del desarrollo del capitalismo, toda su orientación deriva de ese desarrollo, está enteramente subordinado a él.

La Declaración embellece el capitalismo. Procura mostrar que la industria brasileña ha alcanzado un alto nivel de crecimiento y atribuye este crecimiento al capital nacional. Pero, en realidad, el imperialismo también participa en ese proceso de industrialización, domina ramas fundamentales de la industria del país. La exageración en la apreciación del papel del desarrollo capitalista en el proceso revolucionario, lleva a la Declaración a idealizar a la burguesía, que es tratada como si fuese una fuerza consecuente, capaz de defender hasta el final los intereses nacionales. Toda la orientación estratégica y la línea táctica expuestas en la Declaración tienen en vista casi exclusivamente los intereses de la burguesía, conducen al fortalecimiento de sus posiciones políticas, en detrimiento de las demás fuerzas revolucionarias. Sobreestima la magnitud y la profundidad de la contradicción entre la burguesía y el imperialismo, como si la burguesía no pudiese llegar a acuerdos con los imperialistas.

Después de proclamar, sobre el papel, que la revolución brasileña en la presente etapa, es antiimperialista y antifeudal, la Declaración inmediatamente después vuelve a caracterizar la revolución. Esta pasa a ser solamente nacional y debe enfrentar únicamente las tareas antiimperialistas. Los objetivos de carácter democrático quedan enteramente subordinados a la contradicción antiimperialista que es considerada principal en toda la etapa histórica actual de la sociedad brasileña. Así, las tareas democráticas son separadas mecánicamente de los objetivos nacionales y transferidas a otra etapa de la revolución. 

De ello se desprende que, en vista del frente único, la Declaración presenta un esquema de disposición de las fuerzas revolucionarias que incluye hasta a los mismos terratenientes y grupos de la burguesía ligados a los monopolios extranjeros rivales de los monopolios norteamericanos. Tal disposición de fuerzas corresponde a una revolución exclusivamente nacional. Por lo tanto, la solución de la cuestión agraria deja de ser una de las tareas de la revolución. Es verdad que, en determinadas circunstancias, los terratenientes y sectores de la burguesía ligados a los imperialistas rivales de los norteamericanos, pueden participar en ciertas acciones contra el imperialismo yanqui. Pero esto solamente por objetivos limitados y por periodos relativamente cortos. Querer incluirlos en el frente único democrático y antiimperialista sería incurrir en un grave error.

¿Cómo asegurar la permanencia simultánea en el frente único de terratenientes y campesinos si los últimos -según las Tesis- están:

"interesados en liquidar una estructura agraria atrasada que tiene apoyo en la explotación imperialista?"

Es un error colocar de manera absoluta, en las condiciones actuales de Brasil, la predominancia de los objetivos nacionales en detrimiento de las reivindicaciones democráticas. 

Además, al subordinar al completo las reivindicaciones democráticas al factor nacional, la Declaración, en lugar de ampliar el frente único, como puede parecer, no hace más que restringirlo. Esto se debe a que será difícil, o incluso imposible, llevar a las grandes masas campesinas al frente único en el que participan los terratenientes. Semejante hecho podría ocurrir si el país atravesase una situación que pusiera en peligro a toda la nación, como en el caso de agresión o ocupación militar extranjeras, cuando los intereses de todas los estratos sociales están amenazados. Pero eso no ocurre en Brasil. Desde el punto de vista táctico, en determinadas ocasiones, la clase obrera y su partido pueden, en la acción práctica, no dar mucho énfasis a las reivindicaciones agrarias de carácter radical y unirse a los terratenientes que tienen contradicción con los imperialistas norteamericanos y a los sectores de la burguesía ligados a los grupos monopolistas que compiten con los monopolios yanquis. Pero si se tiene en cuenta que el núcleo del frente único está constituido por la clase obrera y el campesinado, que lo fundamental para el frente único es atraer para sí a las amplias masas trabajadoras de la ciudades y el campo, es un error colocar de manera absoluta, en las condiciones actuales de Brasil, el predominio de los objetivos nacionales en detrimiento de las reivindicaciones democráticas. 

Del contenido de la Declaración se desprende que tiene más valor para la formación del frente único la alianza con la burguesía que con el campesinado y la pequeña burguesía urbana, colocados en un nivel mucho más secundario. La propia clase obrera no es considerada adecuadamente, una vez que sus reivindicaciones son completamente subestimadas. Por este camino no se atraerá a las grandes masas del pueblo, jamás se forjará el frente único democrático y antiimperialista. 

Sobre el papel, la Declaración proclama la necesidad de la hegemonía del proletariado en la revolución. Mas esta cuestión no es solamente un problema de definición. Es un problema práctico que, sobre todo, preocupa a los aliados de la clase obrera. Más concretamente. ¿Quién ejercerá influencia sobre el campesinado y lo dirigirá? ¿El proletariado o la burguesía? La Declaración, al otorgar primacía absoluta al aspecto antiimperialista de la revolución brasileña, en detrimiento de su aspecto agrario, establece de hecho una línea de renuncia a la dirección del movimiento revolucionario por parte del proletariado, porque tal orientación dificulta la movilización de los campesinos, impide el proceso de formación de la alianza obrero-campesina, factor decisivo para que la clase obrera conquista la hegemonía en la revolución. 

El oportunismo de derecha de la Declaración

Las tendencias oportunistas de derecha de la Declaración se manifiestan con mayor claridad en la cuestión del poder -problema fundamental de la revolución. Partiendo de una justa constatación de que actualmente no hay condiciones para alcanzar un gobierno democrático y antiimperialista, la Declaración llega a una conclusión falsa al abdicar por completo de la lucha por este objetivo, limitándose a reivindicar modificaciones parciales en la política y en la composición de los sucesivos gobiernos, en los marcos del régimen vigente. Con esta táctica gradualista, evolucionista, que niega frontalmente la teoría marxista-leninista del Estado, se pretende alcanzar un poder capaz de enfrentar las tareas de la revolución en la presente etapa, lo que equivale a afirmar que se conseguirá transformar el régimen actual, en esencia reaccionario, en un régimen democrático y antiimperialista y, por extensión, el propio capitalismo en socialismo. La Declaración considera que las fuerzas revolucionarias llegarán al poder a través de la acumulación de reformas profundas y consecuentes en la estrúctura económica y las instituciones políticas. ¿Pero cómo acumular tales reformas en el actual régimen y con el poder en manos de fuerzas reaccionarias? La Declaración señala un camino idílico en el que serán retirados gradualmente del gobierno los elementos reaccionarios y, también, gradualmente, irán ingresando en el gobierno elementos progresistas, hasta que un día se llegue a conquistar un poder democrático y antiimperialista. 

La Declaración afirma que la democratización es una tendencia permanente en la vida política nacional, consecuencia del desarrollo del capitalismo. Así, la democracia aparece como inherente al capitalismo, tesis típicamente revisionista. Además, es una afirmación que no corresponde a la realidad y lleva al embellecimiento del capitalismo, En 38 años de existencia, el partido de la clase obrera sólo ha tenido dos años de vida legal; las organizaciones sindicales están vinculadas al Ministerio del Trabajo y cuando se disponen a una acción independiente, y no declaraciones verbales que no tienen relación con la práctica, son amenazadas de intervención y clausura; la radio y la televisión - medios más modernos y eficientes de propaganda - son privilegios de los hombres en el poder; los ciudadanos sospechosos de ser comunistas tienen prohibido ser candidatos a los puestos electivos; las grandes masas del pueblo, principalmente los campesinos, por una serie de restricciones, no participan en la vida política del país. Algunas libertades existentes, fruto de la continua y ardua lucha del pueblo, son de tal forma generalizadas y exaltadas en la Declaración, que se tiene la impresión de que Brasil vive en una auténtica democracia. 

La Declaración predica la "vía pacífica" de la revolución

En lo que concierne al camino de la revolución, la Declaración afirma que Brasil es uno de los países en el cual se abre la posibilidad real de la vía pacífica. Partiendo de un análisis profundamente subjetivo, traza un camino color de rosa, sin disturbios sociales y choques violentos para realizar las tareas de la revolución. Llevando a lo absoluto la posibilidad de un camino pacífico, en la práctica, la Declaración lo convierte de hecho en el único camino. Toda orientación que establece está basada en ese camino, desarmando, así, al proletariado y a su partido para cualquier otra eventualidad. Por ello, la advertencia, hecha de pasada, de que en el caso de que los enemigos utilicen la violencia es indispensable tener en mente la solución no pacífica, carece de sentido. Si bien, en la presente situación mundial, se deba tener en cuenta la viabilidad del camino pacífico, no se puede, en las condiciones brasileñas, hacerlo absoluto. Los comunistas prefieren este camino. Pero cometerían un grave error si apoyaran toda su actuación en ella, porque todavía nada ha demostrado que el camino de la revolución brasileña sea el camino pacífico. La experiencia pasada y reciente de los paises de América Latina muestra que no fue pacífico el camino para derrocar las dictaduras. Incluso en Brasil, la práctica muestra que los cambios en la estructura económica del país o en las instituciones políticas no se llevaron a cabo sin llamar a las fuerzas armadas, aunque no siempre hubo enfrentamientos sangrientos. 

La Declaración de marzo de 1958 es, así, un documento que enfrenta los problemas de la revolución desde el punto de vista de la burguesía, conduce a la negación de la lucha revolucionaria, la adaptación al capitalismo y al evolucionismo bajo la apariencia de un camino pacífico. Esto favorece a la penetración de la ideología burguesa entre las masas, lo que dificultas su incorporación a las posiciones del proletariado. 

La actividad de los comunistas a partir de marzo de 1958

En su actividad práctica los comunistas han alcanzado algunos éxitos. En las últimas campañas electorales, de manera general, tuvieron una participación activa. Enfrentándose a las restricciones antidemocráticas que obstaculizaron su acción política, el Partido, en algunos lugares, ayudó a formar coaliciones que aseguraran la victoria de candidatos nacionalistas. Eligió también a numerosos candidatos comunistas que se postularon para puestos electivos bajo diferentes siglas del partido. A pesar de las diferencias mostradas en su actividad, los comunistas han contribuido en el fortalecimiento de la organización sindical de la clase obrera y en el avance de su proceso de unificación. Ocuparon un lugar destacado en las luchas por las reivindicaciones de los trabajadores, particularmente en lo que se refiere al aumento salarial y contra la carestía de vida. Los comunistas ayudaron a impulsar las luchas patrióticas, realizando acciones unidas con otras fuerzas, lo que contribuyó, de cierto modo, al fortalecimiento del movimiento nacionalista. Estos éxitos, sin embargo, son relativamente pequeños si se tienen en cuenta las condiciones bastante favorables existentes en el país para el avance del movimiento democrático y antiimperialista y para el crecimiento del Partido.

La práctica de estos últimos dos años ha revelado claramente el carácter oportunista de la actual orientación. Esta ha llevado al Partido a renunciar a una posición independiente, tanto en el terreno político como ideológico. 

De manera general, la posición del Partido es de remolque en relación con las fuerzas aliadas, en particular el Frente Parlamentario nacionalista y el PTB. Se subestima al Partido con el pretexto de fortalecer el frente único. Si es falso mirar al movimiento nacionalista con reservas u hostilidad, considerando que participar en él significa someterse a la hegemonía de la burguesía, el Partido no puede dejar se hacerse oír entre las masas y en la vida política brasileña, para aparecer con su verdadera fisonomía del partido de vanguardia de la clase obrera. El desempeño político del Partido es muy débil. Los comunistas están satisfechos actualmente con la defensa que los aliados realizan de los objetivos comunes del frente único. Para las amplias masas no son claras las consignas del Partido. Sin periódicos diarios, sin parlamentarios que hablen en su nombre, contando un con pequeño número de dirigentes conocidos, el Partido se diluye en el movimiento general del frente único, no consigue atraer ni a los sectores más avanzados de los trabajadores a las filas del partido, ni a las masas para su orientación. 

La posición del Partido frente al gobierno del señor Juscelino Kubitschek es dudosa. Durante un largo periodo de tiempo no se ha hecho ninguna crítica al gobierno. Cuando los dirigentes comunistas acudieron a la actividad pública legal, se concedieron entrevistas que prácticamente implicaban el apoyo en bloque a la política gubernamental. Posteriormente, se comenzó a apoyar los lados positivos del gobierno y a criticar los negativos, pero se daba tanto énfasis al apoyo y las críticas eran tan tímidas e inconsecuentes, que, para las masas, la posición de los comunistas se presentaba como favorable al gobierno. Es característico que, después de haberse combatido la política económico-financiera del gobierno, se ha pasado a combatir únicamente ciertos aspectos de esa política. La presentación de soluciones positivas sin que, al mismo tiempo, se desarrolle la crítica a la política del gobierno, transforma, en la práctica, a los comunistas en sus colaboradores. La acción de los comunistas que ha sido más relevante ha sido la del apoyo. Generalmente apoyan promesas que no se hacen realidad o medidas encubiertas que luego son anuladas por otras acciones reaccionarias. Todo esto contribuye para que amplios sectores del Partido tengan una actitud conformista, de pasividad o de acuerdo con el gobierno. Si no se combate enérgicamente la política errónea del gobierno las fuerzas más reaccionarias utilizarán a su favor, como ya lo están haciendo, el descontento popular.   

La orientación de la lucha por un gobierno nacionalista y democrático, a través de sucesivos cambios en la política y la composición del actual gobierno, ha ido fallando. ¿Qué se consiguió con la aplicación de esta táctica? En lo que se refiere a la política del gobierno esta se mantiene, en lo fundamental, antipopular y de capitulación al imperialismo norteamericano. En lo que concierne a las modificaciones de la composición del gobierno, si bien es cierto que salieron del Ministerio de Hacienda el señor Lucas Lopes y, del BNDE (Banco Nacional de Desarrollo Económico), el señor Roberto Campos, también es verdad que ingresaron en el ministerio los señores Armando Falcao, Amaral Peixoto, Horácio Lafer, Paes de Alemida, además del señor Lúcio Meira en la dirección del BNDE. En realidad los cambios que se produjeron en el gobierno fortalecieron las posiciones reaccionarias y entreguistas. 

En estos últimos meses, llevada por los propios acontecimientos y por la presión de la crítica de los militantes, la dirección nacional, sin explicación y sin ningún espíritu autocrítico, procura realizar ciertas modificaciones en la posición que el Partido tiene frente al gobierno, llevando, así, a la confusión en las filas del partido. 

En la práctica, se subestima la lucha por la reforma agraria, con el pretexto de no perjudicar la acción contra el imperialismo norteamericano. Mientras diversas corrientes y partidos políticos desplegaban la bandera de la reforma agraria, los comunistas reducían la cuestión campesina a medidas de reforma agraria u ocultaban la consigna de reforma agraria.

Dificultades en la organización del partido

Guiado por la actual línea política, el Partido en su actuación no se distingue de los demás partidos que tienen una posición nacionalista. Para las masas no se presenta como el partido del socialismo, sino como el partido del nacionalismo, con objetivos bastante limitados, lo que dificulta el ingreso en sus filas de personas que son despertadas al comunismo por las grandes victorias del sistema socialista, particularmente la Unión Soviética y la China Popular.

En lo que se refiere a la vida interna del Partido, han sido alcanzado algunos resultados positivos. Las elecciones para elegir la dirección del partido se están convirtiendo en la norma. Las alteraciones en la estructura del Partido, de acuerdo con la división administrativa del país, ha posibilitado una mayor integración de los organismos regionales y locales en la vida política. Pero la vida orgánica del Partido es muy precaria. No hay preocupación respecto al funcionamiento de las organizaciones de base y con la construcción del Partido. Por otro lado, los propios militantes manifiestan poco interés por las reuniones. En algunos sectores del Partido se registran tendencias a abandonar el trabajo en los organismos y a limitarse exclusivamente a la acción de las organizaciones de masas, a debilitar los vínculos del partido y a subestimar la disciplina. Las organizaciones de base y las direcciones medias renuncian a su papel de vanguardia y se transforman en simples apéndices de las organizaciones de masas. Si bien los métodos de gestión han mejorado a raíz de las demandas del conjunto de los militantes, el trabajo colectivo de los órganos dirigentes todavía es muy deficiente. La propia Declaración de marzo de 1958 fue obra de un pequeño grupo de camaradas, redactada en ausencia de los miembros del CC y presentada por sorpresa a este órgano de gobierno en la reunión en la que fue aprobada. 

Aún más grave es la situación en el terreno ideológico. En el Partido circulan ideas ajenas al proletariado sin la lucha necesaria. La penetración de la ideología burguesa en el movimiento comunista es grande e intensa. Mientras tanto, en casi todos los Comités Regionales el trabajo de educación de los militantes y la defensa del marxismo-leninismo fueron abandonados. El trabajo de edición de libros marxistas fue paralizado, dejando el campo abierto para las ideas de la burguesía o del imperialismo. Las teorías defendidas por las publicaciones e instituciones culturales burguesas invaden las filas del partido sin oposición. La negligencia en el trabajo ideológico y las posiciones oportunistas, resultadas de la línea política, llevan al debilitamiento del espíritu de Partido, la pérdida de combatividad, de capacidad de lucha y de sacrificio de los militantes. Esta situación muestra que, en la lucha ideológica, aunque se deba continuar el combate contra las concepciones sectarias y izquierdistas para mejorar las relaciones entre el Partido y las masas y hacer avanzar el proceso de formación del frente único, lo fundamental, ahora, es golpear las tendencias oportunistas de derecha que constituyen el principal peligro. 

Todo esto impone la necesidad de cambiar de rumbo, de sustituir la actual orientación del Partido por una nueva línea que corrija los errores de derecha, sin incidir en los viejos errores izquierdistas y sectarios. Con este fin, partiendo de un punto de vista de clase del proletariado, es preciso analizar la situación objetiva del país, caracterizar la revolución brasileña y definir sus tareas y establecer la táctica con vistas a alcanzar las reivindicaciones programáticas de la presente etapa de la revolución. Sin pretender dominar la verdad sobre problemas tan complejos y difíciles, presento, como contribución al debate, mi opinión sobre tales cuestiones, la cual considero una posición muy diferente a la que ha tomado el Partido. 

Una defensa falsa de una línea oportunista

Pero (las Tesis y la Declaración de 1958) al intentar innovar, caen en el gradualismo oportunista. Afirman que Brasil es uno de los países para el cual se abre la posibilidad real de la vía pacífica. Se basan, por lo tanto, en premisas que, cuando no son falsas, son hipótesis o constataciones unilaterales. Así, la tesis de la "democratización creciente de la vida política" no corresponde a la realidad. Aunque el país, actualmente, viva en un clima de relativa libertad, no se puede asegurar que la democratización es una tendencia permanente en la vida brasileña, ya que las fuerzas reaccionarias se mantienen en el poder y siempre que sus intereses son alcanzados recurren a la violencia y atentan contra las libertades democráticas, como se ha verificado en varios puntos del país. En lo que respecta al "ascenso del movimiento obrero", aunque se tenga una gran influencia en el curso de los acontecimientos políticos, la verdad es que la unidad y la organización de la clase obrera está en un nivel tan poco desarrollado que no puede servir de base para proclamar que existe la posibilidad real de un camino pacífico. Tampoco se puede basar esta posibilidad en el "desarrollo del frente único nacionalista y demócrata", ya que las propias Tesis afirman que "el movimiento nacionalista es, en cierto grado, espóntaneo y disperso" y las fuerzas que lo componen "no siguen un plan unificado de acción ni poseen una plataforma común". Por lo tanto, las premisas en las que se apoya la Declaración para fundamentar la vía pacífica son inconsistentes. En consecuencia idealiza el camino de la revolución antiimperialista y antifeudal. "El pueblo brasileño -afirma el documento- puede resolver pacíficamente sus problemas básicos con una acumulación gradual, pero constante, de reformas profundas y consecuentes de la estructura económica y las instituciones políticas, llegando hasta la realización completa de las transformaciones radicales colocadas en el orden del día por el propio desarrollo económico y social de la nación." ¿Se podría trazar un marco más evolucionista y reformista para la marcha de la revolución brasileña? A continuación la Declaración dice que es necesario para avanzar por este camino la conquista de un gobierno nacionalista y democrático. Las Tesis indican los medios posibles para conquistarlos: a) la presión pacífica de masas para alejar del poder a los entreguistas y sustituirlos por nacionalistas; b) la victoria de los candidatos nacionalistas y demócratas en las elecciones; c) la acción de las masas y de los sectores nacionalistas del parlamento, de las fuerzas armadas y del gobierno contra los intentos de golpe por parte de los entreguistas y reaccionarios.

El curso precario de la Declaración y las Tesis

Los medios probables de conseguir un gobierno capaz de "dirigir la solución de los problemas del pueblo brasileño" son bastante discutibles. Además, las tres soluciones son presentadas desligadas unas de otras. Vacilando, en relación a la eficacia de tales medios, las Tesis afirman más adelante que "el complejo desarrollo de la vida nacional es lo que determinará los medios concretos para la conquista de un gobierno nacionalista y democrático". En lenguaje de los simples mortales: todo puede ocurrir, pero los medios probables para conquistar tal gobierno son los mismos que se encuentras en las Tesis. Por estos caminos el Partido no llegará lejos. Si la práctica es el criterio supremo de la verdad, ¿cuál es la experiencia concreta si esos medios probables ya constaban en la Declaración? El balance de los progresos obtenidos en más de dos años de aplicación de esta táctica es sentimental. El gobierno del señor Juscelino Kubitschek, como se vio arriba, tiene hoy, desde el punto de vista de la democracia y la lucha antiimperialista, una composición mucho peor que a principios de 1958. Esto muestra cuán precario es el camino trazado en la Declaración y en las Tesis en cuanto al camino pacífico. 

viernes, 11 de septiembre de 2020

Aristotel Pano; La economía soviética - Una economía total y definitivamente capitalista, 1975


El actual estado soviético, como capitalista colectivo, administra los medios de producción en nombre e interés de la nueva burguesía soviética. La propiedad socialista común se ha convertido en un capitalismo de estado de nuevo tipo.

Enver Hoxha

El tiempo siempre ha sido el mejor juez de la veracidad de las conclusiones de nuestro partido en todas las cuestiones. Ha demostrado su incalculable valor e importancia histórica. Esto es exactamente lo que ocurrió también con las conclusiones sobre la restauración del capitalismo en la Unión Soviética.

I

Sin duda alguna la gran traición ideológica y la usurpación del liderazgo del PCUS por un grupo de traidores que tomó forma abierta en el infame XX Congreso del PCUS constituyó el prólogo de la restauración del capitalismo de la Unión Soviética. Este grupo de traidores, liderado por Jrushchov, comenzó el proceso de degeneración de la dictadura del proletariado que existía en la Unión Soviética, en una dictadura de la nueva burguesía soviética que comenzaba a surgir. 

La superestructura entera de la sociedad soviética degeneró. La antigua dictadura del proletariado fue transformada en una dictadura fascista salvaje de la nueva burguesía revisionista, el Estado socialista Soviético se transformó en un estado social-imperialista. A pesar de que el inicio del proceso de degeneración de la superestructura soviética fue también el inicio de la restauración del capitalismo, esta degeneración de la superestructura no podía avanzar por sí sola sin la degeneración de la base económica. Por lo tanto, con el comienzo del proceso de degeneración de la superestructura, comenzó también el proceso de degeneración de la base económica. Aquí vemos una interacción dialéctica y complicada de la degeneración de la superestructura y la base, donde una empujó e impulsó a la otra, hasta que por fin asumieron su forma capitalista completa. También en la cuestión de la degeneración de las relaciones socialistas de producción en relaciones capitalistas, tal como lo ha señalado nuestro partido en sus documentos, los traicioneros líderes jruschovianos explotaron algunas deficiencias que existían, especialmente en las relaciones de distribución (la gran diferencia de salarios, que nuestro partido ha calificado con razón como un mal peligroso). 

Se sabe que el capitalismo es la etapa más alta y más general de la producción de mercancías. Con genio científico, Marx demostró en su obra "El Capital" que donde la producción de mercancías se generaliza y florece, surge espontáneamente la explotación capitalista. Por tanto, en su obra "El Capital", Marx comienza todo su análisis del capitalismo precisamente con su análisis de la mercancía. Al defender y desarrollar aún más la teoría económica de Marx, Lenin subrayó que:

"Las características esenciales del capitalismo, (enfatiza) según su teoría, son: (1) La producción de mercancías, como forma general de producción. El producto asume la forma de mercancía en el más variado organismo de producción social, pero sólo en la producción capitalista esta forma del producto del trabajo es general y no excepcional, aislada, accidental. (2) La segunda característica del capitalismo es el hecho de que no sólo el producto del trabajo, sino el trabajo mismo, es decir, la fuerza de trabajo humana, toma la forma de una mercancía. El grado en que se desarrolla la forma mercantil de la fuerza de trabajo es una indicación del grado en que se desarrolla el capitalismo".

Tras la usurpación del liderazgo del partido soviético y su estado, los traidores revisionistas soviéticos de una manera encubierta, crearon las condiciones objetivas para el surgimiento y desarrollo de las características anteriores en la economía soviética. Y en la medida en que cualquier actividad práctica requiere una preparación ideológica previa, después de 1953, las primera tesis atacada por los revisionistas soviéticos en la teoría económica marxista fue la de la producción mercantil y la ley del valor en el socialismo. 

Es bien sabido que el marxismo-leninismo no niega la necesidad de la existencia de la producción mercantil tras la toma del poder estatal por la clase obrera. Por el contrario, en la primera etapa, esta forma de producción existe objetivamente, pero siendo un vestigio del capitalismo, nunca se le permite extenderse y florecer; por el contrario, con la extensión y el fortalecimiento del sector socialista de la economía, con la maduración de las relaciones de producción socialistas, la esfera de producción mercantil y la operación de la ley del valor también se restringe y limita, hasta que se establecen las condiciones objetivas para su completa liquidación. Si bien considera la producción mercantil como inevitable durante un tiempo, el genuino partido marxista-leninista y el estado socialista de la clase obrera también es consciente del peligro que esconde y toma medidas conscientes para la creación de las condiciones objetivas para su liquidación final en el futuro. 

Pero en oposición a todo esto, con el objetivo de encubrir el proceso de restauración del capitalismo con frases demagógicas, a partir del año 1953, los traidores revisionistas soviéticos plantearon la tesis diabólica de que antes de cesar su funcionamiento, y para lograr este cese, las viejas categorías heredadas del capitalismo (incluyendo así la producción mercantil y la ley del valor) debían desarrollarse y florecer de manera plena y generalizada. 

En la imposibilidad de presentar aquí todos los "argumentos científicos" de esta tesis diabólica, basta mencionar que de manera encubierta, encontró su expresión en el llamado "Programa del Partido Comunista de la Unión Soviética", que fue aprobado en el XXII congreso de este partido, que dice: 

"En la construcción comunista es necesario utilizar plenamente las relaciones monetario-mercantiles...".

Como se ve, en oposición a toda la teoría marxista-leninista, que subraya el carácter indispensable de la limitación y restricción de la producción mercantil durante la transición al comunismo, los revisionistas soviéticos, como traidores conscientes al marxismo, queriendo ocultar el proceso de restauración del capitalismo hablan sobre la "plena utilización" de las relaciones monetario-mercantiles en la construcción comunista. En cuanto al significado de las palabras "plena utilización", esto surgió claramente de todas las medidas económicas prácticas que adoptaron, que son medidas para la transformación de la producción socialista en producción capitalista mercantil. Todas las creaciones "teóricas" y las medidas prácticas de estos renegados fueron una flagrante traición a los preceptos del marxismo-leninismo que dicen estar "desarrollando".

Esto es concretamente lo que subraya Lenin:

"El marxismo nos enseña que la sociedad, que se basa en la producción mercantil... en un cierto nivel de desarrollo, inevitablemente toma el camino del capitalismo".

Y precisamente las medidas tomadas por los revisionistas soviéticos después de 1953 en el campo económico, junto con el proceso de degeneración de la superestructura, crearon objetivamente ese cierto nivel de desarrollo de producción mercantil que provocó el nacimiento del capitalismo en la economía, que ahora se ha formado completa y definitivamente. 

Todas las medidas concretas de los revisionistas soviéticos a partir de 1953 en el campo de la economía, que culminaron en 1965 con la denominada "reforma económica", tenían un objetivo: la restauración de la economía capitalista de producción de mercancías. Independientemente de la fraseología "marxista" con la que se hayan justificado estas medidas, o cómo se haya ocultado su esencia capitalista al pueblo trabajador, en el fondo fueron medidas para el restablecimiento del capitalismo, que ha sido completado. En varios períodos estas medidas han afectado a la producción, distribución, intercambio, la gestión de la economía etc., pero en su totalidad expresan una cosa: la degeneración de la economía socialista, la extensión ilimitada de las relaciones monetario-mercantiles, la creación de la economía de producción capitalista de mercancías, la creación de las condiciones para el surgimiento y funcionamiento de todas las categorías de la economía capitalista que se mencionarán a continuación. 

El elemento más importante en todo el proceso de extensión y florecimiento de la producción capitalista mercantil en la Unión Soviética fue precisamente la transformación de la fuerza de trabajo en una mercancía. El marxismo nos enseña que "el capitalismo es la etapa del desarrollo de la producción mercantil en la que incluso la fuerza de trabajo se convierte en una mercancía". Precisamente porque este proceso de transformación ha sido completado en la Unión Soviética, es comprensible que veamos aquí una economía completamente capitalista. 

Para que la fuerza de trabajo se convierta en una mercancía es necesario que el trabajador sea despojado de todos los medios de producción y se vea obligado a vender sólo su fuerza de trabajo. El proceso de despojar a la mano de obra soviética de los medios de producción ha sido el proceso mismo de la degeneración de la dictadura del proletariado en una dictadura de la nueva burguesía soviética. Así, con la degeneración del estado soviético, con su transformación en la dictadura de la nueva burguesía soviética, también los medios de producción, que eran propiedad agrícola estatal o colectiva, fueron automáticamente transformadas en propiedad de la nueva burguesía revisionista, que usurpó el poder estatal. La clase obrera soviética se vio privada de los medios de producción, ya no tiene nada que vender para su sustento más que su fuerza de trabajo, que como todos los demás factores de la producción, se ha transformado en una mercancía. 

Para convencerse de que el carácter de la propiedad estatal depende del carácter del propio estado, en qué manos está el estado, basta con echar un vistazo a la realidad actual de los estados capitalistas occidentales, donde la propiedad estatal se ha ampliado en los últimos años. Nadie piensa en considerar a la propiedad estatal que existe hoy en los estados capitalistas occidentales como propiedad socialista, propiedad de los trabajadores. ¿Por qué? Porque la propiedad estatal es siempre propiedad de la clase que posee el poder del estado. Y mientras el poder estatal esté en manos de la burguesía, de los capitalistas, también la propiedad estatal es una forma de propiedad capitalista, es capitalismo monopolista de estado.

En esencia, tenemos lo mismo en la Unión Soviética. No es superfluo señalar que hace un siglo, en su obra "Anti-Dühring", Engels señaló que el carácter de la propiedad estatal depende de en qué manos esté el estado.

Por supuesto, la transformación de la propiedad socialista en capitalista de un tipo especial, y de la fuerza de trabajo en una mercancía no se produjo en la Unión Soviética con el toque de una varita mágica, sino a través de todo un proceso de degeneración de la dictadura del proletariado en una dictadura de la nueva burguesía revisionista. 

En la medida en que se completaron los procesos de degeneración de la superestructura, de cambio del carácter de propiedad, de la transformación de la fuerza de trabajo en mercancía, de la extensión y florecimiento de la producción mercantil capitalista, el proceso de restauración de la explotación capitalista también, en toda su amplitud y profundidad, se completó automáticamente en la Unión Soviética. Esto fue el resultado inevitable de la restauración de la producción capitalista mercantil. Esto es lo que nos enseña Marx:

"Al paso que esta producción se desarrolla, obedeciendo a sus propias leyes inmanentes, para convertirse en producción capitalista, las leyes de la propiedad inherentes a la producción de mercancías se truecan en las leyes de apropiación del capitalismo". 

II

Ahora bien, no hay dudas de que la forma principal del capitalismo en la Unión Soviética es el capitalismo monopolista de estado de nuevo tipo. Pero este "nuevo tipo" no significa en absoluto que veamos otra esencia del capitalismo. El nuevo tipo consiste sólo en la forma de su nacimiento y papel, mientras que en lo que se refiere a su esencia, es el capitalismo como en todos los países capitalistas. 

El capitalismo de estado en los países occidentales nació principalmente como resultado de las nacionalizaciones con compensación llevadas a cabo por el estado burgués, mientras que en la Unión Soviética surgió a través de la culminación del proceso de degeneración de la dictadura del proletariado en una dictadura de la nueva burguesía. En los países capitalistas occidentales, el capitalismo de estado juega un papel dependiente del capital privado, como herramienta de este último, mientras que en la actual Unión Soviética juega el papel dominante y principal.

Pero mientras señalamos el hecho de que la forma principal de capitalismo de estado en la Unión Soviética es el capitalismo monopolista estatal de un tipo especial, debemos mencionar otras formas de capital y capitalismo que existen actualmente.

Como resultado de los grandes sueldos que recibe la nueva burguesía soviética en el sector agrícola estatal y colectivo, logra no sólo llevar una vida fabulosa, sino también crear colosales "ahorros" en forma de depósitos, que, por medio de intereses, "dan a luz" a más dinero. Aquí no se trata de negar la posibilidad del ahorro en la sociedad socialista. Naturalmente, paralelamente al aumento del bienestar general, los trabajadores también crean ahorros para satisfacer mejor sus necesidades de consumo en el futuro. Pero cuando esos ahorros pertenecen únicamente a "personas con habilidades especiales", cuando provienen de los salarios y bonificaciones excepcionalmente altos que reciben, y generan grandes sumas de intereses, ya no son ahorros, sino capital prestado, dinero que da origen al dinero. 

Esto es lo que dice Lenin: 

"El punto de partida de cualquier capital, tanto industrial como comercial, es la formación de medios financieros gratuitos en manos de personas individuales (las palabras "medios gratuitos" deberían entenderse como aquellos medios financieros que no se utilizan necesariamente para el consumo personal, etc.)".

A día de hoy, la nueva burguesía soviética y una parte de la aristocracia obrera poseen casi 60 mil millones de rublos en depósitos, lo que genera un interés de 2 mil millones de rublos al año, sin siquiera mover un dedo. La fórmula del capital, préstamo P-P', demostrada por Marx hace un siglo, es precisamente la fórmula de estos "ahorros" de la nueva burguesía soviética. 

Pero esta no es la única forma de capital monetario privado que posee la nueva burguesía soviética. Existen otras formas, en forma de obligaciones estatales, seguros, etc. Por último, no podemos dejar de mencionar otra forma de producción de mercancías que da a luz cada día a nuevos capitalistas en la Unión Soviética, que involucra a la llamada "parcela personal del agricultor colectivo". Ningún marxista ha negado que mientras las cooperativas agrícolas no puedan satisfacer algunas necesidades de sus miembros, los cooperativistas deben tener una parcela de tierra personal para algunas de sus necesidades familiares. Pero cuando esta "parcela personal" se extiende más allá de toda medida y es usada no para necesidades personales, sino para abastecer al mercado, entonces se convierte en una economía de simple producción de mercancías que, como dijo Lenin, en cada minuto, a cada hora, y cada día, da a luz al capitalismo. Este es precisamente el tipo de economía de un gran número de "parcelas personales de agricultores colectivos" en la actual Unión Soviética. Estas "parcelas personales" suministran actualmente hasta el 60% de los vegetales, el 80% de la fruta, etc. Por lo tanto, como economías de producción de mercancías, dan a luz a nuevos capitalistas cada día. 

III

El análisis del carácter capitalista de la economía soviética no debe hacerse sobre la base de las apariencias externas, de la demagogia de los traidores al marxismo, de las leyes y formas jurídicas que todavía conservan el barniz "socialista", sino en la manera en la que los clásicos del marxismo-leninismo, el Partido del Trabajo y el camarada Enver Hoxha nos enseñan, sobre la base de las relaciones económicas reales. 

Criticando a los populistas, Lenin enseñó a los marxistas:

"Para definir el tipo (de economía - A. Pano) debemos, naturalmente, considerar las principales características económicas de un orden y no sus formas jurídicas". Y la realidad económica de la Unión Soviética actual es tal que, sin tener en su bolsillo ninguna escritura que les dé derecho a la propiedad de los medios de producción del país pero gracias a su posición actual, la nueva burguesía revisionista utiliza estos medios para la explotación de la clase obrera, para la apropiación capitalista de la plusvalía creada con el trabajo no remunerado de los trabajadores de base. 

Al igual que en todos los demás elementos de las relaciones de producción, las relaciones de distribución también han degenerado completamente. Precisamente por eso, la nueva burguesía soviética puede permitir que los trabajadores guarden en un cajón el texto de la constitución soviética, que legalmente consagra el derecho a la propiedad común, siempre que estos mismos burgueses mantengan la libreta bancaria en la que aumentan continuamente las sumas de rublos depositados.

Basta comparar la segunda parte de la plusvalía apropiada individualmente por los miembros de la burguesía soviética en forma de "sueldos y bonificaciones" con el sueldo de un trabajadores de base, para comprender todo el carácter explotador de las relaciones capitalistas de distribución en la Unión Soviética. Actualmente, los sueldos y bonificaciones de los altos directivos soviéticos (por no hablar de la élite del partido, el estado, el ejército y los científicos) son de 15 a 20 veces mayor que el sueldo mínimo de los trabajadores corrientes. Por supuesto, para preservar su dominación de manera más fácil. La burguesía soviética, por medio de bonificaciones, también corrompe a una pequeña parte de la clase obrera, la transforma en aristocracia obrera, como es el caso de cualquier sociedad capitalista. 

Pero todo el sistema de distribución que opera en la actual Unión Soviética, la cantidad colosal de bonificaciones, que en algunos casos son totalmente ilimitadas, no tienen nada en común con el principio socialista de distribución según el trabajo, sino que bajo la etiqueta del "reconocimiento de los méritos especiales de los administradores", sirve a la apropiación individual de la nueva burguesía soviética de una parte de la plusvalía producida con el trabajo no remunerado de los trabajadores soviéticos. Precisamente sobre este trasfondo tenemos el crecimiento del contraste social: Por un lado, la clase de la nueva burguesía soviética, que lleva una vida fabulosa y lujosa, y, por otro, los trabajadores de base que viven en tal pobreza que, como el periódico soviético "Socialisticheskaya Industria" dejó escapar sin querer que sólo ahora están reemplazando las cucharas de madera con las de metal. No podría ser de otra manera. Es cierto que inmediatamente después de su llegada al poder, Jhrushchov prometió cucharas de oro para todo el mundo, pero por las palabras "todo el mundo" se refería sólo a la nueva burguesía soviética, que se convirtió en dueña del poder estatal y de los medios de producción, mientras que los demás eran considerados como esclavos asalariados. 

El grado de explotación de los trabajadores en toda economía capitalista se mide con la norma de plusvalía, que representa la relación entre la plusvalía y el capital variable. Las estadísticas soviéticas de estas categorías todavía conservan los denominados términos "socialistas" y falsifican la cantidad de capital variable, al incluir los salarios de una parte de la nueva burguesía soviética, que, como decíamos, representan una parte de la plusvalía. Pero incluso de esas cifras "manipuladas" por las estadísticas soviéticas, se desprende de que la norma de explotación de la clase obrera soviética en 1972 era un 23% mayor que en 1960. Tal es la "ganancia" de la clase obrera soviética de la llamada construcción del comunismo (léase: restauración del capitalismo).

IV

La restauración del capitalismo en la Unión Soviética también provocó el reemplazo de todas las leyes y categorías económicas socialistas por las capitalistas. El proceso de restauración del capitalismo se prolongó durante varios años, que fueron también los años de la extensión del funcionamiento de leyes y categorías capitalistas, hasta que llegaron a su estado final. 

La ley fundamental de la economía soviética actual es la ley de obtención de beneficios máximos. Uno de los aspectos de su manifestación en la actividad práctica consiste en el hecho de que la completa actividad de las empresas soviéticas es evaluada a partir del índice principal, que es la denominada "rentabilidad de los fondos" (léase: rentabilidad del capital). Los revisionistas soviéticos pueden involucrarse en la demagogia tanto como quieran, alegando que el objetivo de su producción ha seguido siendo la satisfacción de las necesidades de las masas trabajadoras, sin embargo, no son las palabras lo que importa, sino los hechos. Mientras las grandes bonificaciones de los nuevos administradores soviéticos dependan sólo de la "rentabilidad de los fondos", todos entienden que, para llenarse los bolsillos, hacen todo lo posible, no para satisfacer las necesidades de la economía y de los trabajadores, sino para aumentar sus bonificaciones. Su lema es precisamente un viejo dicho ruso, "Mi camisa está más cerca de mi cuerpo".

El único regulador de la producción soviética es la ley del valor y la espontaneidad del mercado. El volumen de ventas es el segundo índice de evaluación del trabajo de las empresas. Pero el volumen de ventas está directamente determinado con la situación del mercado, por lo tanto, es precisamente esta espontaneidad del mercado la que regula la producción soviética y no el "plan" como ellos parlotean. Para mantener las apariencias los revisionistas soviéticos pueden hacer comedias y "criticar" el llamado "socialismo de mercado" de un tal Otto Schick, pero ellos mismos han establecido hace mucho tiempo el capitalismo de mercado. 

La distribución de inversiones en la Unión Soviética actual, se lleva a cabo de acuerdo con la llamada "coeficiente normativo de inversiones de capital", que no es más que una etiqueta "socialista" para la norma promedio de ganancia. La categoría del precio de producción capitalista, para la que los revisionistas encuentran mil y un nombres y justificaciones "socialistas", está operando en toda la economía soviética. A través de la descentralización de precios, que son fijados por las propias empresas, "precios escalonados", etc., etc., el libre juego de precios es plenamente operativo, aunque de otras formas. La categoría capitalista de interés sobre el capital se ha establecido en toda la economía.

La lucha de las empresas individuales por las condiciones más favorables para la creación de fondos incentivos, por el crédito y el capital más ventajosos, por una estructura de surtidos más rentable, etc., no es más que una forma de competencia que opera en la economía capitalista. Al unir, fusionar y transferir las actividades de empresas individuales, los revisionistas soviéticos ocultan los procesos de quiebra de las empresas capitalistas individuales, pero de hecho, esta quiebra existe. Muchas empresas soviéticas han caído en una bancarrota financiera. Durante el período de 1965 a 1971, los préstamos bancarios no reembolsados a tiempo por las empresas aumentaron 2,3 veces. Durante el período de 1966 a 1970, la violación del plazo normal de liquidación de las obligaciones por parte de las empresas soviéticas aumentó un 25%, mientras que el total de todas las obligaciones no pagadas a tiempo aumentó un 78%.

La completa restauración del capitalismo en la Unión Soviética no podía dejar de producir el fabuloso enriquecimiento de la nueva burguesía, el empobrecimiento de las masas trabajadoras, continuos fracasos económicos, desempleo y crisis, manifestadas de formas ocultas y otros fenómenos capitalistas. 

Para mostrar las desastrosas consecuencias de la restauración del capitalismo en la economía soviética, mencionaremos sólo el marcado descenso de las tasas de desarrollo económico en comparación con la época en que aún existía la economía socialista. Así, en comparación con el período de 1945 a 1960, la tasa media de aumento de la renta nacional de la Unión Soviética en los años de 1960 a 1965 se redujo un 44%, en los años de 1965 a 1970 descendió un 35% y en 1974 cayó un 58%. Y hay que decir que las tasas de desarrollo económico calculadas por las estadísticas soviéticas contienen en sí mismas el colosal aumento, en los últimos años, de la producción militar, y si esto fuera excluido, la situación de crisis y el verdadero declive económico sería aún más pronunciado. 

Todo análisis de los hechos reales muestra que la economía soviética actual es total y definitivamente capitalista. Es precisamente esta economía la que constituye la base del socialimperialismo soviético, que se caracteriza en el campo interno por la explotación salvaje del pueblo trabajador, por las contradicciones antagónicas de clase, por fenómenos de decadencia y sucesivas crisis, militarización sin precedentes, etc., mientras que en el campo externo se caracteriza por la expansión, no sólo política y militar, sino también económica; por la explotación de otros países y principalmente, de los "aliados" de Europa del Este.

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