miércoles, 27 de octubre de 2021

La economía de Cuba en los siglos XIX-XX y los inicios del movimiento obrero

La "independencia" Cuba en el 98 se salda con una enorme influencia económica y política de Estados Unidos. Se potencia la producción de caña de azúcar, café y tabaco, a la vez que se incrementan los capitales invertidos en la isla tanto americanos como ingleses, aunque estos últimos terminarían perdiendo el poco protagonismo que tuvieron. Cabría destacar que incluso durante el dominio español en la isla la producción de azúcar, que podría considerarse casi un monocultivo, ya dependía sobre todo desde finales del siglo XIX del mercado americano dado el auge en Europa de la producción de azúcar de remolacha. Se observa un aumento de 18.164 toneladas producidas en 1821 a 1.004.246 en 1895.

De esta última cantidad 800.000 toneladas se dirigían al mercado estadounidense. El viraje producido ya por los alrededores de la medianía de siglo en el comercio exterior se ilustra bien por los principales rumbos de las exportaciones. En 1852 el total del comercio cubano de exportación (100 %) estaba distribuido de la manera siguiente: 14,1 % a España, 20 % a Inglaterra, 44 % a Estados Unidos, 5,9 % a Alemania y el 16 % restante a otros países. La primacía del azúcar en el comercio exterior contribuyó a que las proporciones siguieran volviéndose aun más deformes. En 1880 el 82 % de las exportaciones de azúcar se dirigían a Estados Unidos, el 5,7 % a España, y el 4,4 % a Inglaterra. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Poco antes de la irrupción de las inversiones americanas ya se habían comenzado a disolver las relaciones de produccción feudales e incluso la mano de obra esclava había desaparecido casi por completo. Esta fuerza de trabajo fue reemplazada por el proletariado en la ciudad y el proletariado agrícola en el campo.

Luego de que Cuba alcanzó la independencia de España en 1898, el capital norteamericano estableció grandes latifundios azucareros en el oriente del país, que hasta ese momento había sido el área menos explotada con fines agrícolas y se encontraba completamente devastada por la guerra. Las empresas azucareras norteamericanas se apoderaron de las mejores tierras y llegaron a poseer en Cuba más de 1,342,000 ha obtenidas a precios irrisorios, el equivalente el 10% de la superficie toral del país. Alrededor de 1925, la mayor parte de las llanuras cubanas estaba plantada de caña. Las propiedades más extensas, que ocupaban el 70% de la tierra agrícola, se dedicaban básicamente a la ganadería y a la caña de azúcar. Poco más del 1% de los propietarios poseía el 57% de las tierras, mientras el 71% tenía solo el 11%. (Soel Michel Rondón Cabrera; El campesinado en Cuba frente a la crisis del modelo de agricultura convencional: El debate entre los transgénicos y la agroecología, 2017)

En particular, sobresale el desplazamiento paulatino de los capitales británicos por estadounidenses. En 1906 la inversión directa de entidades estadounidenses sólo ascendía a unos 150 millones de dólares, en tanto que la británica era de unos 200 millones de dólares. En 1909 se creó la Cuban Telephone Company y en general las inversiones estadounidenses crecieron discretamente hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, por lo que en 1914 sólo poseían 38 ingenios que producían menos del 40% del total de la zafra azucarera. Empero, en el período 1914-1925 construyeron 10 centrales azucareros de los 53 nuevos ingenios que propiciaron el auge productivo ante la falta de azúcar en el mercado internacional. En la zafra 1923-1924 entidades estadounidenses ya poseían 74 ingenios de los 106 existentes, que aportaban 60% de la producción nacional de azúcar. (Jesús M. García Molina;  La economía cubana desde el siglo XVI al XX: del colonialismo al socialismo con mercado, 2005)

La disgregación campesina se da de manera inexorable con la consiguiente pauperización de las condiciones de vida de estos. Según cálculos realizados a finales del siglo XIX y principios del XX, el proletariado agrícola era sumamente numeroso.

Según cálculos estimados, hechos por los alrededores de fines del siglo XIX y principios del XX, el número de los integrantes del proletariado agrícola ascendía a 300.000, aproximadamente. Una parte muy considerable de esta cifra estaba representada por ex-esclavos. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

En el censo agrícola de 1946, aunque se nota cierta disminución de la mano de obra agrícola, tenemos cifras muy esclarecedoras: 114 campesinos ricos poseían más hectáreas de terreno cultivable que 142.000 campesinos pobres y medios, es decir 1.817.602 frente a 1.647.602,3. Y si sumamos el resto de terrenos de otros campesinos "menos ricos", 16.508, con estos nos da un total de 9.077.086,3 frente a la segunda cifra anterior. 

Desequilibrio que se acentúa, si tomamos en consideración que había un número importante de tenentes medios y pequeños poseían la tierra en condiciones de arrendatarios, subarrendatarios, aparceros o precaristas. (Soel Michel Rondón Cabrera; El campesinado en Cuba frente a la crisis del modelo de agricultura convencional: El debate entre los transgénicos y la agroecología, 2017)

Este tipo de fenómenos se suelen dar en estas condiciones económicas, es decir durante las transiciones del feudalismo al capitalismo. En su obra "Quiénes son los amigos del pueblo y como luchan contra los socialdemócratas" de 1894 Vladimir Lenin profundiza enormemente sobre el tema y el maravilloso cuento de Máximo Gorki, "Konovalov", nos narra la vida de uno los muchos hombres que se dedicaban a vagabundear mientras buscaban un sustento en todas las latitudes del Imperio Ruso.

Como resultado de este proceso histórico de despojo de la propiedad campesina casi las dos terceras partes de las tierras dejaron de ser trabajada por métodos “campesinos”, observándose un incremento de los proletarios y semiproletarios agrícolas, el 57.6% de la fuerza de trabajo agrícola (345 mil estaban ocupados en la caña de azúcar y 100 mil en la ganadería), de ellos solo el 10% de manera permanente. (Soel Michel Rondón Cabrera; El campesinado en Cuba frente a la crisis del modelo de agricultura convencional: El debate entre los transgénicos y la agroecología, 2017)

¿Bajo qué condiciones vivían estos campesinos pobres? ¿Vivían holgadamente o estaban forzados a trabajar a destajo bajo la explotación más brutal? Lenin nos describe la situación en la Rusia de finales del siglo XIX:

Siguen los campesinos pobres, que son más de la mitad en el distrito (hasta 0,6: sin caballo o con un caballo, 26% + 31,3% = 57,3%) y llevan la hacienda con pérdidas; por consiguiente, arruinándose y viéndose sometidos a una expropiación constante e inexorable. Están precisados a vender su fuerza de trabajo, y cerca de la cuarta parte de ellos vive ya en mucho mayor grado del trabajo asalariado que de la agricultura. (Lenin; Quiénes son los amigos del pueblo y como luchan contra los socialdemócratas, 1894)

En la Cuba de inicios del siglo XX ocurría algo similar:

La irrupción del capital [durante la segunda década del siglo XIX] en la agricultura exigía la liquidación del sistema jurídico asentado en las antiguas mercedes, el régimen de bosques y los mayorazgos y vínculos concedidos a perpetuidad, instituciones de carácter feudal que inmovilizan la tierra, impidiendo que se convierta en mercancía apta para ser comprada por los poseedores de dinero. 

Los hacendados comenzaron a luchar por apoderarse de las mejores áreas ya ocupadas por los vegueros, sitieros, estancieros y conuqueros y, a tratar de que éstos se incorporaran a las nuevas haciendas azucareras como fuerza de trabajo, lo cual condujo, en el mejor de los casos, a la migración de los pequeños productores a tierras menos fértiles. En la mayoría de las ocasiones, al no poder acreditar la titularidad sobre la tierra, pasaron a regímenes de arrendamiento o aparcería, dando lugar al surgimiento de un ejército de campesinos arrendatarios, aparceros y precaristas que caracterizarían el paisaje rural cubano hasta mediados del siglo XX. 

(...)

Los pequeños campesinos eran los que poseían una pequeña parcela de tierra y la trabajaban personalmente o con el concurso de su familia, utilizando sus propios instrumentos de trabajo. Dentro de estos existían gradaciones o modalidades de acuerdo a su relación con el medio de producción, de acuerdo a si era propietario o no de la tierra que cultivaba y, en ello se ponía de manifiesto la permanencia de los rezagos semifeudales como la aparcería y el precarismo en convivencia con las formas de explotación capitalistas predominantes en el agro.

(...)

De los 142 mil agricultores, aproximadamente, que ocupaban hasta 5 caballerías (67 ha), 94 mil no eran dueños de la tierra que trabajaban (el 66%) y eran obligados a pagar abusivas rentas en dinero o en especie, viéndose forzados a entregar una buena parte de la cosecha, que además, se correspondía con la de mejor calidad, constituyendo esto una forma de explotación directa al pequeño agricultor; y si dentro de este último grupo analizamos a aquellos que poseían menos de 2 caballerías de tierra (26.84 ha), que por lo general, dentro de los pequeños campesinos eran los que peor vivían o sobrevivían, tenemos que 85 mil campesinos (el 84,15%) trabajaban en extensiones inferiores al mínimo vital. (Soel Michel Rondón Cabrera; El campesinado en Cuba frente a la crisis del modelo de agricultura convencional: El debate entre los transgénicos y la agroecología, 2017)

Como vemos las condiciones de vida y las relaciones de producción eran las mismas: expropiación por parte de los señores feudales o burgueses, precaria existencia de los campesinos pobres con o sin tierra, y aumento de la venta de la fuerza de trabajo. ¡Y es que hasta en los periodos en que la cosecha era poca los obreros agrícolas se veían forzados al vagabundeo para encontrar trabajo!

Había que encarar resueltamente el hecho de que en las plantaciones e industria azucareras había que trabajar entre 12 y 16 horas diarias durante el período de la zafra, mientras que durante el prolongado tiempo muerto decenas de miles de trabajadores vagaban sin tener trabajo. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Y cuando este capitalismo, al desarrollarse, rebase las formas estrechas del capitalismo medieval, rural, destruye el poder avasallador de la tierra y obliga al campesino, hace ya mucho expoliado por completo y hambriento (...) a peregrinar por toda Rusia en busca de sustento, pasando largos períodos sin trabajo, a contratarse hoy con un terrateniente, mañana con un encargado de obras de un ferrocarril, después corno peón en alguna ciudad o como bracero de un campesino rico (...)  (Lenin; Quiénes son los amigos del pueblo y como luchan contra los socialdemócratas, 1894)

Por otra parte, surge el proletariado como tal y el movimiento obrero a partir de mediados del siglo XIX, aunque la producción esclavista no desaparecería hasta 1886. 

La clase obrera industrial representaba (según el censo de 1899) el 14 % de las personas con ocupación; cabe señalar que del total de los obreros industriales de 40 % correspondió a los tabaqueros. Según el mencionado censo de 1899, trabajaban en La Habana 24.169 tabaqueros; el número de éstos ascendía en 1907 a 27.503. Según testimonia el censo, los demás ramos de la industria estaban representados principalmente por los oficios artesanales (5.426 panaderos, 14.204 carpinteros, 6.557 albañiles, 3.481 sastres, 6.320 zapateros, etc.). No obstante, aparte de los trabajadores mencionados anteriormente, debemos tener también en cuenta a los obreros portuarios, cuyo número ascendía a varias decenas de miles (sólo el de los marinos ascendía a 4.820) y que aparecieron en el censo, de un modo un tanto oculto, en la categoría de "jornaleros". (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Tenemos por ejemplo que la situación de la mano de obra esclava y el naciente proletariado distaba mucho de ser mínimamente digna. Podemos ver que las relaciones que imponía la burguesía cubana a la clase obrera tenía muchas similitudes con las relaciones de producción feudales.

Con la colosal expansión de la economía urbana a partir de la década de 1830, la élite socioeconómica cubana buscó formas de trabajo más coercitivas. En atención a estos intereses, la administración colonial creó mecanismos legales para coaccionar jurídicamente a los trabajadores libres. Un ejemplo de la relación entre la élite socioeconómica proesclavista y la administración española es el Reglamento de aprendizaje que estuvo vigente en Cuba desde fines de la década de 1830 hasta mediados de la de 1870. Este reglamento permitió el endurecimiento de las condiciones laborales para los aprendices, muchos de los cuales eran trabajadores jurídicamente libres, y también para los trabajadores urbanos en general.

(...)

Como en épocas anteriores, los aprendices no recibían jornal durante varios años, pero ahora tenían que permanecer como tales hasta mucho después de aprender bien el oficio, debido al largo plazo que la escritura fijaba para que el aprendiz quedara libre y pudiese presentarse al examen de oficial que la Sociedad Económica supervisaba. (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999)

Además incorporó al mundo laboral y, concretamente, al aprendizaje de oficios a niños huérfanos, abandonados y pobres con el único fin de disminuir los costes de producción. 

La élite socioeconómica y administrativa deseaba tantos aprendices escriturados como fuera posible, porque eran una forma barata de trabajo no libre, y porque cuantos más aprendices hubiera, tanto libres como esclavos, más oficiales entrarían en el mercado laboral en el futuro, con lo cual los jornales tenderían a disminuir. Al colocar niñas y niños huérfanos, abandonados o pobres en los talleres y fábricas, probablemente la administración aumentó en un cuarto o más el número de aprendices existentes en ciudades como La Habana, la cual ya contaba con más de 4.000 aprendices a finales de la década de 1830. (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999)

Otro tipo de leyes que se promovió fue la de la Libreta. Este documento se implantó en la industria del tabaco y llegaba para ayudar al necesitado burgués ya que los obreros "abusaban" de él gracias a la enorme demanda de mano de obra. 

Específicamente, los fabricantes insistían en que los tabaqueros no devolvían el dinero que les habían dado como anticipo de sus jornales para asegurarse de que trabajarían en sus talleres o fábricas. Según las reglas del sistema de la Libreta, cada oficial tabaquero tenía que registrarse en la Sección Industrial de la Sociedad Económica, precisamente, la sección que se encargaba de vigilar a los aprendices. La Libreta registraba el centro de trabajo del tabaquero, su lugar de nacimiento, su domicilio, su aspecto físico y si poseía o no una licencia de oficial.

Ningún fabricante de tabaco podía aceptar a un trabajador libre o a un esclavo que se alquilase sin la Libreta. Donde fuera que el oficial encontrara empleo, el patrono guardaba la Libreta. Allí podía anotar la cantidad de dinero que adelantaba al empleado. Esta última cláusula se debía a que los patronos en Cuba solían adelantar dinero a sus empleados para atraerlos a un taller determinado. Si el patrono anotaba que el trabajador le debía dinero, este no podía dejar la fábrica. (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999) 

El autor hace notar que este tipo de prácticas era común en otros países de Latinoamérica como Puerto Rico, aunque representaba claramente un abuso por parte de la burguesía.

Era el patrono, no la administración ni el empleado, quien anotaba la deuda del trabajador. Como la producción tabacalera decrecía cada año de enero a julio, muchos tabaqueros aceptaban adelantos en metálico durante estos meses, de modo que cuando la demanda de trabajo y los jornales subían de julio a diciembre, aquellos tabaqueros no tenían más remedio que trabajar para sus acreedores por jornales bajos, en vez de ganar jornales más altos en otros talleres.  (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999) 

Cabe señalar que todas estas leyes y prácticas no se extendían solamente al obrero y esclavo cubano, sino que afectaban también a los extranjeros que comenzaban a trabajar en la isla. Los dependientes de comercios, que solían ser españoles, vivían en sus puestos de trabajo compartiendo espacio con otros obreros, autóctonos o extranjeros. La jornada que soportaban era de dieciséis horas, de lunes a domingo y aunque poseían mayor libertad de movimiento para cambiar de trabajo tenían enormes trabas.

Aun así, para trabajar o para buscar colocación en otra tienda, los dependientes necesitaban autorización oficial. Además, también sufrían duros castigos corporales. (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999) 

La soldadesca en muchas ocasiones se veía obligada a buscar un segundo oficio y aceptaba cualquiera con tal de sobrevivir. 

Desde mediados de la década de 1850, el capitán general Gutiérrez de la Concha intensificó el uso de soldados para que trabajasen bajo disciplina militar en todo tipo de obras públicas o empresas privadas, con lo cual no hacía más que utilizarlos como si fuesen presos de las cárceles. A menudo las diferencias de trato entre unos y otros eran mínimas.

Además de la disciplina militar, la administración se sirvió de la miseria existente en los cuarteles para compeler a los soldados a que buscasen su sustento trabajando fuera de los mismos. Por consiguiente, la mayoría de los soldados rasos estaban constantemente rebajados de servicio para poder trabajar como cigarreros, tabaqueros, pintores, albañiles, criados, peones agrícolas, macheteros, o cualquier otra ocupación que les proporcionase un jornal. (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999)

Las primeras asociaciones de socorro mutuo aparecen en la década de 1840, aparece pues el movimiento obrero. Aunque esto, por supuesto, representaba un paso adelante para la clase obrera no está de más mencionar los defectos con los que surge. El principal es la configuración de estas organizaciones en base a principios raciales:

En el reglamento de la Sociedad se Socorros Mutuos, llamada Nuestra Señora del Pilar, se refleja de un modo inequívoco el carácter fundamental de las organizaciones de esa época:

"Todo individuo que quisiera ser incorporado en esta Sociedad — se advierte en el reglamento —, debe concurrir en él indispensablemente las siguientes cualidades: ser blanco, de notoria honradez, carácter prudente, amante del trabajo, y que al tiempo de pretenderlo, tanto el aspirante como su familia disfruten de buena salud". (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Siguiendo al ideario reformista, siempre tan preocupado por el blanqueamiento de la isla, un semanario obrero, contrario a la entrada de trabajadores asiáticos sujetos a contrata, manifestaba que Cuba debía aumentar su población, pero que esta debía ser de "raza blanca ó europea". (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999)

Durante la segunda mitad del siglo XIX podemos ver al movimiento reformista apoyando la abolición de la esclavitud. Con esto buscaba granjearse a los artesanos en su lucha contra contra la metrópolis, ya que estos se oponían al uso de mano de obra esclava en los talleres, lo cual permitía endurecer las condiciones laborales por parte de los patronos. En base a esto comienzan las luchas contra la censura de la prensa y por la educación en las fábricas. Nacen así periódicos como "La Aurora", prácticas como la "lectura" que consistía en que un obrero leyese periódicos o libros mientras sus compañeros trabajaban. Esta práctica se extendió principalmente en la industria tabacalera e incluso a día de hoy se lleva a cabo. 

Otras organizaciones de este tipo como la que conformaba el periódico "El Siglo" tenían una marcada tendencia hacia el socialismo utópico:

Entre los colaboradores de El Siglo se encuentra José Moreno de Fuentes, autor del primer ensayo de temática obrerista publicado en Cuba, quien examina el socialismo y la organización obrera en Europa y Estados Unidos, y sus implicaciones para los artesanos cubanos. Después de analizar brevemente las ideas de Robert Owen, Henri de Saint-Simon, Charles Fourier, Étienne Cabet y Pierre-Joseph Proudhon, Moreno de Fuentes muestra su preferencia por las ideas de Charles Fourier. (Joan Casanovas Codina; La prensa obrera y la evolución ideológico-tácticadel obrerismo cubano del siglo XIX, 2003)

La Guerra de Diez Años termina en 1878, y con el fin de esta se reactiva el movimiento obrero. El decadente reino de España trata de frenar con todas las medidas posibles las tendencias separatistas. Se crea un cuerpo de Voluntarios, que crecería en los siguientes años a la cifra de 70.000 efectivos, aunque esto no les trajo sólo beneficios. A pesar de su origen la mayoría de los miembros del cuerpo eran obreros y, de hecho, ejercían como tal en la isla. Vemos que los escogedores de tabaco en 1872 fundan en La Habana la Sociedad Protectora del Gremio de Escogedores, el primer sindicato en Cuba y, en el mismo año, litógrafos y cocheros realizan algunas huelgas.

Un hecho que recalca repetidas veces el autor de este artículo es el que la clase obrera no apoyaba incondicionalmente las ideas separatistas. Esto se debe en gran medida a que mucha de esta era de origen español, pero debería hacerse notar otro hecho. El separatismo, nacido en el seno de la burguesía nacional y ansiosa por conseguir mayores beneficios en el mercado internacional, trata por todos los medios influenciar a las demás clases con su punto de vista. Busca la alianza interclasista para conseguir la independencia de Cuba y deshacerse de las trabas feudales de la metrópolis española. Pero mientras por un lado hace esto, por el otro no deja de actuar como lo que es: una clase antagónica del proletariado.

Por otra parte, los obreros exiliados no participaron incondicionalmente en el movimiento separatista. Debido a la actitud hostil a las demandas obreras por parte del ala conservadora del liderazgo separatista, los aldamistas (...) (Joan Casanovas Codina; Los trabajadores urbanos en la Cuba del siglo XIX y el surgimiento del abolicionismo popular en Cuba, 1999)

Tenemos entonces un cuadro muy ejemplificativo de naciones cuyas aspiraciones de independencia las hegemoniza, o trata de conseguirlo, la burguesía.

A lo largo de este apartado hemos visto las condiciones económicas en Cuba desde mediados del siglo XIX hasta el XX. También el surgimiento del movimiento obrero y sus condiciones laborales. Pero antes de comenzar a hablar sobre el primer Partido Comunista de Cuba debemos hacer un repaso de la ideología que más peso tuvo en el movimiento obrero desde finales de siglo hasta comienzos del siguiente: el anarquismo.

La influencia del anarquismo

Con la Restauración monárquica española y, sobre todo a partir de 1878, la pérdida de influencia de la burguesía separatista en el movimiento obrero aparece el anarquismo en Cuba. La esclavitud comenzaba a entrar en decadencia y apenas le quedaban ocho años de vida oficial. Gracias a la enorme represión ejercida por la monarquía en la península no tardaron en llegar a la isla emigrados anarquistas. 

En 1885 se funda el Círculo de Trabajadores, promovido por los anarquistas. De esta organización es quizás el miembro más conocido Enrique Roig San Martín del que la historiografía señala principalmente que fue el representante del marxismo durante esta época. Este hecho debería parecernos dudoso dado que su supuesta postura marxista no le impedía colaborar con periódicos anarquistas como "El Productor". Recordemos que el propio Bakunin durante cierto tiempo juró ser el más fiel discípulo de Marx. Dentro de el Círculo perduraban además las corrientes anteriores de socorros pero como ya veremos el anarquismo era la tendencia principal.

Pese a estos debates, el mencionado Círculo agrupaba a fines de la década de los años 1880 a una enorme masa obrera, consistente en aproximadamente 80.000 obreros organizados. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Tras la abolición de la esclavitud la clase obrera comenzó a movilizarse en pos de conseguir mayores reformas por parte de la metrópolis y algunas de estas dieron sus frutos.

Poco después de la aprobación de la ley de asociación para la Península [en Cuba fue aprobada en 1888], en una reunión en el Círculo, representantes de diecisiete sindicatos establecieron una comisión representativa de la mayoría de asociaciones obreras de la ciudad para elaborar un «cuerpo de doctrina [...] bajo el cual caminemos todos». La JCA [Junta Central de Artesanos] llamó a estas reuniones una «especie de congreso obrero» cuyo propósito era crear la anhelada «Federación de Trabajadores de la Región Cubana» a semejanza de la FTRE. (Joan Casanovas Codina; Movimiento obrero y lucha anticolonial en Cuba después de la abolición de la esclavitud, 1995)

A raíz de esto se celebra el primer congreso obrero en 1892 y en él se debaten puntos muy importantes para el desarrollo del movimiento obrero, aunque con la enorme influencia que ejercía el anarquismo se veían muy limitados. 

Era de enorme importancia la celebración del primer congreso obrero, con la participación de más de mil delegados, en 1892. Se trataba de un congreso de carácter realmente nacional ("Congreso Regional Obrero de Cuba"). Sus principales demandas se centraron en la jornada de ocho horas, el derecho a la huelga, la creación de una organización obrera unitaria y la protesta contra la discriminación racial, pero además se puso también énfasis en la lucha por la independencia de Cuba. Con anterioridad a la celebración del congreso, el movimiento obrero cubano conmemoró ya en dos ocasiones (1890, 1891) el Primero de Mayo, y se ha convertido en una importante fuerza política de la Isla. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Se plantean también la revolución como método para la emancipación social, pero sin ningún tipo de carácter y los métodos para llevar a cabo esta.

Figuraba también muchas veces en las intervenciones la expresión de "revolución" y, aunque hayan sido diferentes las interpretaciones relativas a la misma y las opiniones sobre los caminos que conducirían a ella, los asistentes al congreso aprobaron unánimemente la necesidad de una revolución como objetivo final. Algunos consideraban que sería la huelga general, la que conduciría a la revolución, otros abogaban que la misma partiera de Europa ("cuando llegue la hora de Europa"). (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Es de especial importancia la coletilla de la huelga general en lugar de la insurrección como método para la toma del poder ya que sería una losa que llevarían a sus espaldas los líderes del futuro Partido Comunista de Cuba. Como veremos más adelante, ni siquiera en base a esto actuarían correctamente en las situaciones revolucionarias. 

Las diferentes posiciones ideológicas se plantearon agudamente en relación con las cuestiones de organización, pero, al mismo tiempo, un rasgo fundamental del debate fue también su carácter equilibrado. Eduardo González, conocedor de las obras de Marx, caracterizó claramente la situación: "aunque muchos trabajadores discrepen en el terreno de los principios, no debe ser así en el terreno económico". (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

De nuevo apreciamos verdaderamente hasta qué punto los presuntos marxistas cubanos de la época conocían a fondo el marxismo. ¿Actuación conjunta con los anarquistas u otra corriente contraria cuando se admite que no hay cohesión alguna de principios? ¿Acaso Marx y Engels no fueron los principales valedores de que toda organización obrera actuase en base a unos principios establecidos y no los violase? Así podríamos resumirlo en palabras de Lenin. 

Además, estas palabras de Marx han sido tomadas de su carta sobre el Programa de Gotha, en la cual censura duramente el eclecticismo en que se incurrió al formular los principios: si hace falta unirse -escribía Marx a los dirigentes del partido-, pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del movimiento, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis "concesiones" teóricas. Tal era el pensamiento de Marx, ¡pero resulta que entre nosotros hay gente que en nombre de Marx trata de aminorar la importancia de la teoría! (Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

En el artículo citado se menciona además que los anarquistas intentaron que su programa fuese aprobado en su congreso, cosa lógica desde su punto de vista, y la única respuesta que recibieron en contra fue ¡que ese no era un congreso anarquista, sino de obreros! De más está decir que lo era pero si se lee con atención la obra de los clásicos del marxismo lo primero que se establece para que el movimiento obrero crezca y obtenga frutos de su lucha es que estudie primeramente las condiciones económicas y sociales de su nación y después establezca una teoría revolucionaria para su lucha, marxista; que estudie el movimiento obrero de otros países y tome como ejemplo las victorias y las derrotas que se hayan sufrido. El que los presuntos marxistas se contenten con influenciar a la clase obrera con una conciencia economicista y un programa de emancipación social sin matices es un error garrafal.

Por supuesto que la lucha económica ayuda a mejorar las condiciones de vida del proletariado, pero estas conquistas suelen ser por desgracia efímeras y a la hora de la verdad, en una situación revolucionaria, ¿cómo se va a actuar si no se dispone de un plan y unas posiciones políticas específicas y correctas? ¿No se supone que el socialismo científico es la corriente más revolucionaria, consecuente, para ello?

Naturalmente, en la fase primaria del movimiento obrero político y sindical en Europa se podía defender la neutralidad de los sindicatos, como medio de ampliar la base inicial de la lucha proletaria en una época en que estaba relativamente poco desarrollada y no existía una influencia burguesa sistemática sobre los sindicatos. 

(...)

Se dice -y Plejánov insiste particularmente en ello- que la neutralidad es precisa para unir a todos los obreros que llegan a comprender la necesidad de mejorar su situación material. Pero quienes lo dicen olvidan que la fase actual de desarrollo de las contradicciones de clase siembra inevitable e indefectiblemente "discrepancias políticas" incluso en la cuestión relativa a cómo debe conseguirse este mejoramiento dentro de la sociedad contemporánea. La teoría de la neutralidad de los sindicatos, a diferencia de la teoría sobre la necesidad de una estrecha vinculación de los mismos con la socialdemocracia revolucionaria, conduce inevitablemente a preferir medios para lograr este mejoramiento que equivalen a amortiguar la lucha de clase del proletariado. (Lenin; La neutralidad de los sindicatos, 1908)

Este error, para mayor desgracia, no apareció caído del cielo sino que se venía arrastrando desde mucho antes. En 1887 la Junta Central de Artesanos de La Habana estableció lo siguiente:

-las distintas comunidades deben gozar, en el seno de la federación, de la más plena autonomía; (...)

-debe prohibirse en el seno de la federación la divulgación de cualquier clase de doctrinas políticas y religiosas, "dejando como único y universal principio el de la emancipación económico-social y la confraternización"; (...) (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

¿Qué significa aceptar este tipo de programas? Significa plegarse a la concepción pequeñoburguesa del papel de los sindicatos. ¿Hacia dónde sino a la desorganización del proletariado conduce esta autonomía? Permitir este tipo de prácticas conduce al debilitamiento del movimiento obrero, a la desunión y la imposibilidad de cualquier tipo de acción conjunta. ¿Qué consecuencias trae consigo la prohibición de la propaganda marxista? La propagación de teorías anarquistas, al fin y al cabo lo que buscaban los líderes del Círculo, que dificultaría todavía más la educación de la clase obrera en una teoría y práctica verdaderamente revolucionaria que rompa con la mera lucha económica y aislada y por último supone un enorme obstáculo la formación de un partido de vanguardia que dirija la lucha por su emancipación. 

Stalin lo explicaba de manera magnífica:

Las organizaciones más extendidas y que agrupan mayores masas son los sindicatos y las cooperativas obreras (...). El objetivo de los sindicatos es la lucha contra el capital industrial (principalmente), por el mejoramiento de la situación de los obreros en el marco del capitalismo moderno. El objetivo de las cooperativas es la lucha contra el capital mercantil (principalmente) por la ampliación del consumo de los obreros mediante la rebaja de los precios de los artículos de primera necesidad, también, claro está, en el marco de ese mismo capitalismo. Tanto los sindicatos como las cooperativas son indiscutiblemente necesarios al proletariado como medios que organizan la masa proletaria. Por ello, desde el punto de vista del socialismo proletario de Marx y Engels, el proletariado debe asirse a estas dos formas de organización, consolidarlas y fortalecerlas naturalmente en la medida en que lo permitan las condiciones políticas existentes. 

Pero los sindicatos y las cooperativas no pueden satisfacer por sí solos las necesidades de organización del proletariado en lucha, porque las mencionadas organizaciones no pueden rebasar el marco del capitalismo, ya que su objetivo es mejorar la situación de los obreros en dicho marco. Pero los obreros anhelan liberarse por completo de la esclavitud capitalista, anhelan romper este marco, y no sólo moverse en su interior. En consecuencia, hace falta, además, una organización que reúna en torno suyo a los elementos conscientes entre los obreros de todas las profesiones, convierta al proletariado en una clase consciente y se proponga como objetivo principal destruir el régimen capitalista, preparar la revolución socialista. 

(...)

Por eso es necesario, en la medida de lo posible, aplicar en las organizaciones del proletariado el principio del centralismo en oposición al fraccionamiento federalista, lo mismo si estas organizaciones son el Partido que si son los sindicatos o las cooperativas. 

(...)

Ocurre así porque, con frecuencia, estas dos organizaciones económicas, si no están en estrecha relación con un Partido socialista fuerte, se empequeñecen, dan al olvido los intereses generales de clase trocándolos por intereses estrechamente profesionales e infieren así un gran daño al proletariado. Por ello es necesario en todos los casos asegurar la influencia ideológica y política del Partido en los sindicatos y en las cooperativas. Sólo con esta condición las organizaciones mencionadas se convertirán en la escuela socialista que organice en una clase consciente al proletariado diseminado en distintos grupos. (Stalin; ¿Anarquismo o Socialismo?, 1906)

Gracias a esta neutralidad por parte del ala socialista gana entonces, tanto en la teoría como la práctica, el punto de vista anarquista.

La moción aprobada por el congreso, la que reconocía el "socialismo revolucionario" como ideología del movimiento obrero Cubano, significaba entonces —en lo fundamental— un anarcosindicalismo, y la Federación de Trabajadores de Cuba, fundada en aquel entonces, se constituía como una organización integrada por secciones, cada una de las cuales gozaba de plena autonomía para realizar sus propias acciones. (Ádám Anderle; Los comienzos del movimiento obrero cubano, 1980)

Veamos algunos ejemplos de la práctica anarquista.

A finales de agosto de 1887 comienzan una serie de manifestaciones para tratar de destituir al capitán general Sabas Marín. Su rival político, Manuel de Salamanca del Partido Liberal, usó como llamamiento la lucha contra la corrupción. El ministro de ultramar, Víctor Balaguer, ordena que Marín tome las las aduanas para simular su adherencia a la política de Salamanca aunque no consigue frenar las huelgas. En una muestra de verdadera vocación revolucionaria los anarquistas apoyaron la venida de Salamanca. Esto provocó que los anarquistas españoles criticasen a los de la isla a lo cual respondieron que dada la distancia entre Cuba y Barcelona la política no era la misma.

Las huelgas continuaron, aunque muchas de las que ocurren en este periodo son mayoritariamente de carácter espontáneo y económico:

Durante estos años, aparte del reformismo metropolitano, el crecimiento de las exportaciones de puros y cigarrillos ayudaron a que los trabajadores del ramo del tabaco (el colectivo de trabajadores urbanos más numeroso de Cuba) ganasen huelgas de proporciones nunca vistas en Cuba. Desde esta posición de fuerza, los trabajadores tabacaleros llevaron el movimiento obrero a un nuevo plano. Inicialmente, la mayoría de huelgas fueron en las fábricas de tabaco de La Habana y poblaciones circundantes, pero poco a poco, trabajadores de otros sectores productivos y de otras provincias se unieron a esta explosión de activismo obrero. Además de las tradicionales demandas de aumento de salario, en esta nueva fase, el movimiento obrero luchó con éxito en contra de los métodos residuales de la época de la esclavitud para disciplinar la fuerza laboral, tales como la discriminación en contra de los trabajadores no-blancos y el maltrato físico de aprendices y dependientes. Respecto a la dignidad y la cultura de la clase trabajadora, el movimiento obrero combatió la censura que los fabricantes procuraban ejercer sobre la «lectura», en los talleres de tabaco, y la falta de consideración con que capataces y fabricantes trataban a sus subordinados. (Joan Casanovas Codina; Movimiento obrero y lucha anticolonial en Cuba después de la abolición de la esclavitud, 1995)

La llegada de Salamanca al poder ocurre a finales de 1889 y su objetivo, al igual que el de sus predecesores, es perpetuar el dominio colonial y, como la burguesía criolla, pretendía ganar apoyos para su causa entre la clase obrera. En una huelga producida ese mismo año ayuda a obreros cubanos a entrar a la isla desde Estados Unidos. 

En 1889, éstas empezaron en el Cayo, donde los trabajadores se lanzaron a la huelga (...) La reacción de los fabricantes fue el lockout, y la solución de los obreros emigrar a Cuba temporalmente gracias al dinero y la ayuda de las asociaciones de la isla. Salamanca envió un barco de guerra para ayudar a transportar huelguistas (...) A finales de Noviembre ya habían llegado a Cuba unos 2.000 trabajadores (...) Paralelamente, los fabricantes de La Habana declararon un lock out general después de una huelga en una fábrica. Salamanca enseguida percibió que el lock out en La Habana ponía en peligro su esfuerzo por debilitar el movimiento separatista, por lo que decretó el cierre inmediato de la UFT, a la vez que alarmado por la propagación del socialismo colectivista, ordenó el cierre de la Alianza, el Círculo, y El Productor. (Joan Casanovas Codina; Movimiento obrero y lucha anticolonial en Cuba después de la abolición de la esclavitud, 1995)

Por supuesto que los anarquistas acertaron de lleno con su apoyo. A esto sobrevino un breve periodo de reacción realizado por Salamanca y tras la muerte de este reanudaron las huelgas. Podemos observar otro caso significativo de la práctica anarquista: la huelga sin ningún objetivo claro, utilizando como único motor el factor subjetivo que en este caso ni siquiera eran propicio. 

Al mismo tiempo, un número creciente de sindicatos empezaron a declararse en huelga con el objetivo de desencadenar una huelga general, pero era temporada baja en la industria del tabaco, y los trabajadores tabacaleros no pudieron lanzarse mayoritariamente a la huelga. Al cabo de unos cuantos días, las últimas huelgas quedaron extinguidas. (Joan Casanovas Codina, Movimiento obrero y lucha anticolonial en Cuba después de la abolición de la esclavitud, 1995)

Ya en la primera mitad de la década de los noventa los anarquistas comenzaron a apoyar el movimiento separatista. El acercamiento con el Partido Revolucionario Cubano, fundado por el liberal José Martí, se hacía inminente y, de hecho, las federaciones sindicales permitieron a los obreros militar en dicho partido sin problema alguno. 

La fórmula que adoptó el congreso sobre la relación que se iba a establecer entre el movimiento obrero y el separatista, permitía que los trabajadores se uniesen individualmente al movimiento separatista, pero sin romper su vinculación con el movimiento obrero. (Joan Casanovas Codina; Movimiento obrero y lucha anticolonial en Cuba después de la abolición de la esclavitud, 1995)

¿Qué podemos sacar el limpio de esto? Las alianzas temporales en contextos como este (luchas antiimperialistas, democráticas, por la independencia) son comprensibles aunque principalmente si se realizan con la pequeña burguesía o incluso con parte de la burguesía nacional que no esté ligada a las fuerzas imperialistas; pero jamás se debe renunciar a un programa propio. La cuestión es que los anarquistas no supieron dirigir en las tareas que les fueron planteadas, iban constantemente a la zaga, ya fuese apoyando a representantes de la metrópolis o a la burguesía independentista. Es decir, permitían que la burguesía de uno u otro país expandiese su influencia entre la clase obrera. Más adelante también observaremos hasta qué punto el PCC se vio influenciado por las teorías liberales de José Martí que, aunque poseían ciertas tendencias progresistas, no dejaba de embellecer la democracia burguesa. 

¿Cómo podríamos resumir toda la actuación del anarquismo en Cuba? Al igual que en la inmensa mayoría de territorios en los que llegó a tener influencia. 

La profunda razón es que la clase obrera, influida por una filosofía reaccionaria y dirigida por grupos anarquistas aventureros o irresponsables no actuó nunca como clase independiente, con propios principios de clase, con objetivos de clase. No se consideró nunca como la clase dirigente de la nación, como la clase irreconciliable con el régimen capitalista con la misión de destruir el Estado burgués, tomar el poder político, liquidar la explotación del hombre por el hombre, crear una sociedad sin explotadores, una nueva civilización: el socialismo. Tenía la fuerza y la entregó a los enemigos. De dirigente que debía de ser, pasó a ser dirigida, y su entusiasmo y abnegación revolucionaria pasó al servicio especulativo del capitalismo y de sus formas reaccionarias. La clase obrera, desorientada por las prédicas antipolíticas y apolíticas, antiestatales y antiautoritarias, se quedó deslumbrada a menudo por fantasmagóricos sentimentalismos que exaltaban su instinto revolucionario y la conducían a explosiones aventureras y sin salida, no comprendiendo ella, que como clase independiente, debía de tener una teoría revolucionaria propia, que debía de forjar su propio partido político revolucionario. El anarquismo le había vendado los ojos y le entregó indefensa a las maniobras y todas las trampas de la burguesía. Y fue así como ella no captó que el antipoliticismo y el apolitismo son la política de la reacción; que el apoliticismo le condujo a votar por el leurrouxismo antes, y a la pequeña burguesía nacionalista catalanista después. Así es como tampoco captó que el antiestatismo y el antiautoritarismo consolidaban el monopolio burgués del Estado y la autoridad, y que condenan a la clase obrera a la explotación despiadada, a las represiones brutales, a la desesperanza y a la impotencia. (…) Pues bien, queridos camaradas, la vida ha demostrado sobradamente que el anarquismo es una filosofía reaccionaria, ajena a la clase obrera, una prolongación de la burguesía hacia el campo obrero. La vida nos ha demostrado sobradamente que los grupos específicos, herederos del bakuninismo y los anarquistas individualistas, han sido un instrumento de la burguesía en el movimiento obrero, fuerza de choque aventurera y amoral de los inconciliables enemigos de la clase obrera y del pueblo. (Joan Comorera; La revolución plantea a la clase obrera el problema del poder político, enero de 1949)

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