En
estos días se cumple un aniversario trágico para el pueblo español:
el de la fecha en que un grupo de traidores, Casado, Besteiro,
Carrillo, Miaja, Mera ect., de acuerdo con Prieto, Martínez Barrio,
Azaña y Caballero, siguiendo órdenes de los gobiernos reaccionarios
de Inglaterra y Francia, que querían el triunfo de Franco, se
sublevaron en Madrid contra la República Popular, abrieron los
frentes a Franco y los invasores, y con su traición vil pusieron fin
a la gloriosa guerra del pueblo español por su independencia y su
libertad, entregándole a la dominación de las más tenebrosas
fuerzas de la reacción, que iban a verificar una espantosa sangría
de los mejores hijos del pueblo.
Con
sus treinta y dos meses de heroica lucha, el pueblo español brindó
al mundo un ejemplo magnífico de heroísmo, de abnegación y de
espíritu de organización. Desorganizada toda la vida del país por
la reacción sublevada, el pueblo, a cuya cabeza se encontró en todo
momento el Partido Comunista, organizó sobre la marcha, y en la
lucha misma, un ejército popular, disciplinado, heroico y poderoso,
que supo resistir e infligir derrotas a un enemigo superior;
reconstruyó sobre las nuevas bases toda la vida del país, en el
terreno económico, industrial, agrario, cultural; incorporó a la
vida social a grandes masas del país, hasta entonces pasivas,
especialmente mujeres y jóvenes; creó un régimen organizado,
democrático y popular, que sobre la base de satisfacer las
necesidades más sentidas por las masas unió a estas en la lucha,
plenas de entusiasmo, e hizo avanzar al país en el terreno
económico, político y social, decenas de años, en relación con el
nivel existente el 16 de febrero.
Enemigos
de dentro y de fuera
A
dos poderosísimos enemigos se vio obligado el pueblo a hacer frente
el 18 de julio, y contra ellos luchó heroicamente: de una parte, los
enemigos interiores, las fuerzas militares alzadas contra la
República, las formaciones armadas fascistas, los grandes
terratenientes, la gran burguesía y el capital financiero y el
clero, ayudados directamente en su alzamiento y en su lucha por dos
grandes países imperialistas (Italia y Alemania), de los que
recibieron una ayuda continua y creciente en armas, municiones y
cuerpos de ejército; ayuda sin la cual Franco no hubiera logrado la
victoria sobre la República.
De
otra parte, la política de la reacción anglofrancesa, que a pesar
de la intervención de Alemania e Italia, no obstante los compromisos
contraídos, y las normas más elementales del derecho internacional,
traicionó a la República y a la democracia al aplicar la No
Intervención, que se transformó desde el comienzo en ayuda a los
agresores exteriores e interiores, y que a partir del crimen de
Múnich se transformó en intervención abierta contra la República,
para contribuir a la victoria de Franco.
Así,
en septiembre de 1938, sólo la retirada unilateral de los
voluntarios internacionales pudo paralizar el reconocimiento de
Franco por Francia e Inglaterra. En el transcurso de la ofensiva
enemiga contra Cataluña se intensificaron las presiones sobre el
gobierno, mandos militares y dirigentes de la República; en febrero
de 1939, la flota inglesa, de acuerdo con Franco, impuso la entrega
de la Base Naval de Mahón a Franco, sirviéndose del traidor Ubieta;
y, finalmente, con la derrota de Cataluña, a la que ayudó
reteniendo las armas destinadas a hacer frente al enemigo, encerraron
a los combatientes del Ejército republicano en campos de
concentración como prisioneros de guerra, así como a la población
civil evacuada, reconocieron a Franco, y a través de los
representantes diplomáticos en la zona Centro-Sur organizaron la
traición de Casado para acabar con la resistencia republicana.
A
pesar de contar el pueblo español desde el primer momento con la
generosa ayuda de la Unión Soviética y con la solidaridad activa de
los pueblos del mundo, ni la primera pudo ser más intensa por el
sabotaje descarado de los gobiernos de Inglaterra y Francia, que
espiaban, denunciaban y obstruían por todos los medios la ayuda; ni
la segunda, encaminad a contrarrestar la política de asfixia de la
reacción francoinglesa, pudo ser más eficaz, a consecuencia de la
política de la II Internacional, que apoyó desde el primer momento
la actividad de los reaccionarios anglofranceses que partió de la no
intervención propuesta por Blum, con el hipócrita pretexto de
evitar al pueblo francés los horrores de la guerra -¡él, que
defiende la actual guerra imperialista y pide su transformación en
guerra antisoviética!-; política que continuó con la actitud de
los jefes laboristas que amenazaban con dividir la II Internacional
si ésta aceptaba el Frente Único Internacional en apoyo al pueblo
español, propuesto por la Internacional Comunista repetidas veces; y
con los esfuerzos dedicados, por el contrario, a impedir la unidad
internacional, y en España concentrando sus fuegos, no contra
Franco, sino contra la parte más combativa del pueblo: el Partido
Comunista.
Contra
todos los enemigos exteriores e interiores ha luchado el pueblo
español, tenaz y heroicamente; en el curso de la lucha a aprendido a
tener confianza en si mismo y en su fuerza, en su capacidad
organizadora y dirigente. Con el Partido Comunista de España -único
que ha tenido fe en la victoria, porque confiaba en el pueblo-, a su
frente, ha asombrado al mundo por so combatividad y heroísmo. Al
final, el pueblo español ha sido derrotado, pero no vencido; mejor
dicho, ha sido estrangulado por el bloque de todas las fuerzas de la
reacción mundial. Pero en condiciones más difíciles prosigue la
lucha, y no cejará en ella hasta obtener la victoria sobre el
régimen de hambre, miseria y terror de Franco.
La
trayectoria de los traidores
La
traición de Casado, Besteiro y compañía, no fue, como sus autores
o defensores pretendieron, producto de una situación determinada -la
existente en la España republicana el 5 de marzo de 1939- ni
patrimonio sólo -¡triste patrimonio!- de sus causantes directos.
Representa la culminación, el broche de una cadena ininterrumpida de
traiciones, tanto en el exterior como en el interior, desde el
comienzo mismo de la guerra y aún antes. Traiciones que cada vez que
fueron descubiertas por la vigilancia revolucionaria del Partido
Comunista fueron aplastadas por el pueblo español con la máxima
energía.
Claro
que esto no reduce un ápice la tremenda responsabilidad de los
miserables casadistas, autores directos del crimen cometido. Pero
sitúa debidamente ante el pueblo los antecedentes y las
responsabilidades de todos los que, por uno u otro camino, intentaron
antes que la Junta, traicionar sin lograrlo, porque el pueblo lo
impidió, si bien le prepararon el terreno; y que hoy, en la
emigración, continúan la política de la Junta, es decir, la
política de la traición al pueblo español.
Desde
el primer momento de la lucha, se ha manifestado con fuerza, la
tendencia y los propósitos de capitular sin lucha; de efectuar un
compromiso, de buscar la mediación, de entregar el pueblo español
al enemigo, Casado fue la culminación de esta trayectoria.
Así,
apenas surgida la sublevación en la noche del día 19 de julio de
1936, Martínez Barrio, Miaja y Sánchez Román, formaron un gobierno
que se proponía efectuar la entrega del pueblo a los generales
traidores. La reacción enérgica del Partido Comunista, frustró ese
intento de traición en una sola noche.
En
el año 1937, Besteiro, de acuerdo con Azaña, aprovechó su viaje a
Londres, con motivo de la coronación del rey Jorge, para negociar el
compromiso con Franco y la mediación de Inglaterra; intento
fracasado por la movilización popular, organizada por el Partido
Comunista.
En
ese mismo período, Araquistain, embajador de Caballer en París,
según él mismo declara ahora, entró en relaciones, no ya con
Franco, sino con las autoridades italianas y alemanas, para concertar
un arreglo, en tanto en España, para cubrir su actividad traidora,
Caballero y sus amigos hablaban contra un supuesto “abrazo de
Vergara”. Y es en mayo del 37, cuando los trotskistas y la FAI se
levantan en Barcelona, de acuerdo con el enemigo y aprovechando un
momento apurado de la República, a fin de abrir los frentes de
Aragón al enemigo y obligar a capitular al pueblo, con el apoyo y la
defensa de Caballero. Sólo el gran movimiento iniciado por el
Partido Comunista y desarrollado en el ejército y el pueblo contra
los traidores y sus cómplices, al barrer aquella situación, impidió
la catástrofe.
En
marzo de 1938, cuando desencadena el enemigo su ofensiva en el frente
del Este y se crea una situación delicadísima que obliga a una
enérgica reacción de la República, Prieto, entonces Ministro de
Defensa Nacional, de acuerdo con Azaña, da por perdida la guerra y
se lo comunica al embajador francés, facilitando así el pretexto al
gobierno de Francia para justificar la no entrega de material de
guerra, y a Blum para rechazar las propuestas del Partido Comunista
de Francia de ayuda a España.
Consecuente
con su conclusión, Prieto impide la adopción de medidas para
paralizar al enemigo, que avanza, sin encontrar ningún obstáculo,
pide al jefe del Estado Mayor reiteradamente un plan de repliegue de
todos los ejércitos de la República hacia Cataluña, abandonando
todo el resto del país al enemigo y para presionar al resto del
gobierno, organiza con el embajador de Francia el envío de un buque
de guerra francés para sacar al gobierno de la República de
Barcelona, abandonando la lucha y entregando inerme al pueblo a la
ferocidad de Franco.
En
aquellos momentos, si la guerra evidentemente no estaba perdida, la
actitud de Azaña, Prieto, Giral, etc., conocida por el enemigo, lo
cual les daba más fuerza para continuar la lucha, tendía a
precipitar los acontecimientos, a dar margen a nuevos avances del
enemigo y a que la situación fuera efectivamente desesperada,
justificando así su posición y determinando el abandono de la
lucha.
La
enérgica actitud del Partido Comunista, la gran movilización que
éste organizó en todo el país, en los frentes y en la retaguardia,
la demostración armada del pueblo y de las fuerzas militares de
Barcelona, ante el Palacio Presidencial, determinaron el fracaso de
los propósitos de esos traidores y la salida de Prieto del gobierno.
Es inútil que Prieto niegue las causas y razones de su salida del
gobierno. Estos son los hechos innegables, imposibles de refutar.
Justamente
en aquellos momentos, cuando el enemigo dividía el país en dos
zonas, intentaron los dirigentes de la Agrupación Socialista
Madrileña y elementos de la FAI, crear un segundo gobierno en Madrid
para dar la impresión al enemigo de la descomposición de la
República y crear las condiciones de la capitulación acabando con
la política de resistencia, según manifestaba claramente Wenceslao
Carrillo.
A
mediados de 1938, realiza su viaje a Barcelona el traidor Besteiro,
llamado por Azaña, quien, aprovechando las dificultades de la
situación, pretendía un intento de acabar con la guerra; y poco
después se provoca una crisis de gobierno, que si aparentemente
tiene como motivo, la defensa de las facultades autonómicas de
Cataluña, tiene como fondo, (según declara abiertamente Quemades,
secretario de Izquierda Republicana), acabar la guerra de una vez.
Es
en el curso de 1938, cuando más preciso era concentrarse en torno al
gobierno de unión nacional, cuando la llamada “charca” no
desperdicia una situación difícil, un ataque del enemigo, una
dificultad, un obstáculo cualquiera, para agravar la situación y
tratar de romper la política de resistencia, que tiene su
culminación en la magnífica epopeya del Ebro.
Mientras
tanto en la zona centro-sur, Miaja, a pesar del deseo de los
soldados, de su combatividad puesta a prueba en Levante y
Extremadura, inmoviliza el ejército, impide la ayuda a los que en
Cataluña hacían frente a un enemigo muy superior, secundado por
Casado y otros traidores.
Y
cuando forzado por el enemigo, el Ejército de Cataluña se ve
obligado a evacuar a Francia, Azaña, que repetidas veces intentó
huir de España, se niega a trasladarse a la zona centro-sur, dimite
de la Presidencia de la República, y hace pública una nota en que
da la guerra por perdida, sin hacer siquiera mención de los 800.000
soldados en armas y los millones de españoles que había en la zona
centro-sur, dando alientos a Franco para su último intento contra la
República, y le secunda Martínez Barrio, que constitucionalmente
debía asumir la Presidencia de la República y que se niega a
asumirla y a trasladarse al territorio que permanecía adicto al
gobierno.
Casado
y compañía, al servicio de la reacción mundial
Todos
estos hechos han servido para crear un ambiente en que los
capituladores pusieron en práctica su obra de traición. Por eso,
cuando la República se encontraba en una situación más delicada,
cuando sólo haciendo un enérgico esfuerzo era posible hacer frente
al enemigo, que liquidada Cataluña iba a lanzarse contra los
Ejércitos de la zona centro-sur, Casado y Besteiro, juntos con
algunos altos jefes militares traidores, el inepto Miaja en primer
lugar, utilizando como instrumento a la FAI, brazo armado de la
traición, a los dirigentes de la Agrupación Socialista Madrileña,
y a los agentes franquistas en nuestra zona, después de ponerse de
acuerdo con el cónsul inglés, y, a través de su Estado Mayor y de
Besteiro, con el ejército enemigo y con la falange –según ha
declarado el propio Besteiro en su proceso- realiza su traición, en
la que la cobardía y el afán de conquistar la benevolencia de
Franco, asesinando a los comunistas y abriéndole los frentes, unió
a los agentes franquistas, a los capituladores y a los derrotistas en
este hecho criminal, que en un sólo día iba a producir más
víctimas que en 32 meses de lucha.
La
traición de Casado y compañía en Madrid es, pues, la culminación
de una política constante, que desde el primer día de la guerra,
frente a la voluntad de resistencia del pueblo, de la que es la
expresión más fiel la política del Partido Comunista de España,
ha tratado de impedir la lucha, he hecho todo género de esfuerzos
por romper la resistencia y ha llegado a la traición abierta.
¿Por
qué esos elementos han seguido esa trayectoria?
La
reacción anglo-francesa temía que por la victoria del Frente
Popular en España, se operara un desarrollo de la revolución
democrática, de una República Popular, con un hondo contenido
social, que fuera un ejemplo para los pueblos del mundo. De idéntica
manera en España también estos elementos temían, más que a
Franco, al triunfo de la clase obrera y del pueblo; temían que la
clase obrera, que guiaba al pueblo en su lucha por la independencia y
la libertad y que garantizaba un desarrollo consecuente de la
revolución democrática, la llevara adelante victoriosamente. Y
repitieron lo ocurrido en el año 33, en que entregaron el poder a la
reacción, dos años después de proclamada la República.
Por
eso, tras la derrota, en vez de luchar por la reconquista de España,
contra el franquismo y su régimen de terror, esos mismos elementos
dicen que la lucha ha terminado, hablan de reconciliación, de
monarquía, de Besteiro como figura cumbre del pueblo español; es
decir, continúan en la emigración su obra de traidores.
Parte
II
Hemos
analizado en el anterior artículo, cómo la traición de Miaja y
compañía significaba la culminación de toda una política de
reacción anglo-francesa y de sus agentes en España, dirigida
estrangular la República Popular, por miedo al Frente Popular
victorioso y por el deseo de liquidar ese foco progresivo y
democrático que constituía un obstáculo para iniciar la guerra
imperialista y contrarrevolucionaria que venían preparando.
Queremos
hoy hablar de cómo pudo desarrollarse ese criminal golpe que yuguló
la resistencia popular. Tanto más, que si las consecuencias de la
traición son, en general, claras, esta cuestión mueve aún a
confusión -que sirve a los traidores-.
Estos
han tratado de explicarlo principalmente como una “reacción del
Ejército y del pueblo” contra la política de resistencia del
Partido Comunista, seguida por el gobierno presidido por el doctor
Negrín y contra la llamada “hegemonía comunista”, como una
expresión del “firme deseo de paz” existente entonces; como una
medida “preventiva” contra un “levantamiento comunista” en
preparación, etc. Todo es una burda máscara para encubrir la
realidad, y si se repasan los pretextos utilizados, por coincidencia
con los traidores de la Junta.
Contra
la unidad y contra el Partido Comunista
Los
hechos, incontrovertibles, conocidos unos antes, otros después,
muestran a través de qué se ha gestado el golpe.
En
primer lugar, rompiendo la unidad del pueblo y del Ejército. Era y
es claro, para los españoles todos, que sólo con la unidad popular
se pudo ofrecer al mundo el espectáculo de una resistencia
prolongada a tan poderosos enemigos como se enfrentaban al pueblo.
Por eso los esfuerzos de los trotskistas, de los aventureros de la
FAI, de Besteiro y sus amigos, y de Caballero y sus acólitos, fueron
constantes en esa dirección. La lucha enérgica y constante del
Partido Comunista por la unidad de la clase obrera y del pueblo,
junto a la actividad de los socialistas amigos de la unidad, pudo
contrarrestar esa obra infame de división y disgregación del Frente
Popular.
Pero
la política de colaboración entre el Partido Comunista y el Partido
Socialista, establecida con el pacto de unidad de 1937, fue
prácticamente rota, especialmente a partir del Comité Nacional del
Partido Socialista del 9 de agosto de 1938, celebrado en Barcelona.
Hoy es completamente claro leyendo el informe publicado por Prieto
-ese documento pleno de inmundicia y maldad-, que Prieto se vengó
del pueblo, que le impidió capitular en marzo, centrando toda su
actividad en romper la unidad de socialistas y comunistas.
Y
desde ese momento los Comités de enlace de socialistas y comunistas
debilitan su trabajo común, que tantos beneficios reportaba; los
Frentes Populares se debilitan; en el Ejército se llegó a declarar
en Madrid ¡una huelga de Comisarios!, por Piñuela, protegido por
Prieto y la Agrupación Socialista Madrileña, que prácticamente era
una rebelión.
Toda
esta orientación impresa por prieto al Partido Socialista, unido a
los obstáculos ya existentes por la obra de otros enemigos, facilitó
la actividad de Casado y compañía, que al amparo de la insuficiente
unidad, cuando más precisa era ésta, y de la lucha contra ella,
preparaban su traición.
En
segundo lugar, mediante la intensificación de la lucha contra la
URSS y el comunismo. Con el pretexto del “proselitismo”, de
“absorción”, de “predominio comunista”, etc., todos los
enemigos de la resistencia, en vez de preparar al pueblo para la
lucha contra Franco y los invasores, acentuaron su lucha contra el
Partido Comunista para aislarlo de las masas. Al no lograrlo, se
apelaba a la represión, utilizando al SIM, dirigido por Pedrero,
como instrumento anticomunista, en vez de combatir al enemigo.
Es
claro que se luchaba contra el Partido Comunista, por ser el más
firme puntal de la resistencia, pues se quería romper ésta. Así,
al amparo de esta lucha, Casado y compañía pretendían crear las
condiciones para su obra.
Por
otra parte, descomponiendo al Ejército. Durante un año Miaja y su
Estado Mayor se negaron a operar en la zona centro-sur, permitiendo
que el enemigo descargase toda su fuerza sobre los ejércitos de
Cataluña; cuando forzados, se vieron obligados a operar en
Extremadura, con un gran éxito inicial del Ejército republicano,
paralizaron las operaciones. Obligados a operar en Madrid, el Estado
Mayor de Casado entregó al enemigo el plan de operaciones sobre
Brunete, determinando el fracaso.
Contra
la política de resistencia
Todo
ello tendía a la desmoralizar, a hacer perder todas las cualidades
combativas de nuestro Ejército y descomponerlo, para facilitar la
obra del enemigo.
Durante
el período anterior al golpe, se dejó trabajar a los enemigos con
toda libertad. Falangistas, espías y saboteadores, enemigos de toda
laya, trabajaban a la luz del día, e incluso cuando estaban presos
eran libertados por Miaja, Casado y el SIM. Los traidores que
intentaban pasar al enemigo eran perdonados por Miaja. Se dejaba
libertad plena al bulo, al rumor, fabricado en las covachuelas
derrotistas y de la quinta columna, intensificando, al tiempo, la
censura contra el Partido Comunista y retirando los aparatos de radio
que permitían conocer la situación.
Se
prohibía la propaganda de los Comisarios ante el enemigo, cuando los
franquistas intensificaban la suya en el nuestro.
Así
mismo se verificaba un sabotaje descarado a la organización de
resistencia. Decretada la movilización general, Miaja y Casado, los
dirigentes de la Agrupación Socialista Madrileña y de la FAI, con
el pretexto de no desorganizar la producción -que entregarían
después intacta al enemigo-, saboteaban abiertamente la
incorporación a filas; impedían la organización de reservas bajo
el pretexto de que no había armas e impedían la incorporación de
las mujeres a la producción.
Por
otro lado, se acrecían consciente y deliberadamente las dificultades
-¡por si hubiera pocas!...- a fin de irritar al pueblo y fatigarle
más; de influir sobre él par que perdiera la moral y el deseo de
continuar la lucha. Particularmente se hacía esto con el
abastecimiento, aparato dirigido por algunos elementos socialistas y
en el que toda corrupción e inmoralidad hallaba cobijo.
Se
provocaba un estado de pánico entre los cuadros dirigentes y
sectores más medrosos. Se abultaba el volumen de la “ofensiva
inminente” del enemigo y sus elementos; se reducían al límite los
medios y posibilidades de nuestro Ejército; se creaba una psicosis
de encierro, de copo, de degollina irremediable, ante la “rotura
fulminante de los frentes” por un solo empuje del enemigo. Todo
esto determinaba que elementos cobardes, de los que nunca faltaron en
la guerra, huyeron vergonzosamente, sembrando el pánico.
Así,
la Delegación de la zona centro-sur del Partido Socialista Obrero,
radicada en Albacete, se escapaba un día a Orán con varias maletas
de azafrán; el teniente coronel Nieto, de Carabineros, que en la
represión anticomunista posterior se portó como un “héroe”,
intentó escaparse; otros dirigentes socialistas, republicanos,
anarquistas, huían con sus correspondientes maletas de azafrán en
barcos, canoas, etcétera, por el procedimiento más a mano.
Parte
III
Finalmente,
se verificaban los engaños más cínicos. Cuando más evidente era
que Francia e Inglaterra iban a estrangularnos, se las presentaba
como salvadoras, atacando al mismo tiempo a la URSS. Se decía que
Inglaterra y Francia no podían permitir el triunfo de Alemania e
Italia, que a última hora prestarían ayuda enviando divisiones y
cuerpos de ejército e imponiendo condiciones a Franco que
salvaguardarían la independencia y la libertad de España. Claro que
para eso exigían que no hubieran comunistas. Molina Conejero,
dirigente socialista, llegaba a decir que a los comunistas quizá
habría que sacrificarlos para salvar al pueblo español, pero “¡qué
mejor ocasión para sacrificarse hermosamente por la salvación del
país!”
Se
presentaba a los comunistas como dispuestos a sacrificar estérilmente
al pueblo con una resistencia inútil, numantina. La venida de los
mandos y de los dirigentes comunistas desde Francia -otros se negaban
a venir y desertaban- se presentaba como un intento de golpe que se
preparaba para sacrificar al pueblo en una resistencia desesperada,
en tanto que había posibilidades de paz.
Se
hablaba de las condiciones de paz posibles desfigurando los tres
puntos de las Cortes de Figueras, insinuando que ya se habían
comenzado negociaciones con el enemigo; incluso se divulgaban por
Garijo y Casado, las condiciones de éste, entre las que se hacía
figurar el respeto a mandos militares en general, con exclusión de
los comunistas, etc.
Se
abultaban las dificultades del enemigo, haciendo creer, por un lado,
en su irresistible ofensiva; por otro, en su hundimiento.
Se
hacía correr que el Gobierno de la República había huido,
etcétera.
Sobre
esa base se preparó el golpe políticamente.
En
cuanto a su preparación, los hechos siguientes lo explican:
Las
relaciones de Casado con el Encargado de Negociaciones, agregado militar,
cónsul y demás agentes de Inglaterra, con pretexto de concertar
canjes, pero con el propósito de concertar la traición. Justamente
cuando se le llamó la atención a Casado sobre la frecuencia de esos
contactos, hipócritamente nos decía: “Son terribles esos señores
con sus presiones y sugerencias.”
Las
relaciones sostenidas por Miaja con idénticos bandidos y con
idéntica finalidad. El canje de su hijo, preso en Pamplona,
arreglado por los agentes ingleses, no dejó de jugar un gran papel
en ganar al ambicioso y egoísta traidor. ¡Heroico Miaja! ¡Salvaba
a su hijo y entregaba a millones y leales hijos de España!
Las
conversaciones directas de Garijo y Muedra, del EM de zolo (?), del
EM de Casado, con los jefes del Ejército franquista.
El
contacto infame de Besteiro, agente de Inglaterra, con sus jefes y
con los de Falange en Madrid, en las que ultimaba los detalles para
efectuar la entrega de Madrid sin efusión de sangre, para evitar los
excesos de los comunistas, que eran los peores enemigos -declaración
de Besteiro en el Consejo de Guerra-, y con Casado bastante antes de
la pérdida de Cataluña. (El gángster Hermosilla, director de la La
Libertad, de Madrid, publicó bastante antes de la traición un
artículo expresivo acerca de ello).
Las
gestiones hechas por casado con diversos jefes militares,
profesionales y comandantes militares y autoridades (Matallana,
Menoyo, jefe de la Flota y de la Base Naval, Burillo y Canito, Orge,
Rubert, Cabrera, etc.), empleando como enlace a un traidor llamado De
Buen, comandante de su EM, miembro de la Agrupación Socialista
Madrileña, y a Pedrero, jefe del SIM, y a Girauta.
Las
relaciones estrechas con la FAI y sus jefes y comisarios, que
determinaban reuniones y acuerdos y la creación de un órgano
insurreccional de la FAI, en Madrid, con Mera, Prada, Val, Salgado y
otros traidores, sin contar a Casado, miembros del Sindicato de
Profesiones Liberales de la CNT, así como la acumulación de armas,
municiones, etc., en los locales faístas.
Y
las sostenidas con la Agrupación Socialista Madrileña, que se
tradujeron en una consulta a Carrillo, De Francisco y otros
miserables, con todos sus mandos y Comisarios, en la que se tanteó
su estado de ánimo acerca del Partido Comunista y del Gobierno y su
disposición a cumplir con disciplina las órdenes que diera la
Agrupación Socialista Madrileña. (No contaban, al hacer eso, con la
existencia de socialistas amigos de la unidad, leales y honrados, que
se apresuraron a informar al Partido Comunista de lo extraño de
estos manejos).
Las
medidas organizativas tomadas con tiempo (cambio de unidades
militares y de mandos y de comisarios; de chóferes y escoltas, de
armamento y municiones y de transportes, etc.), todo ello tomando
como base de operaciones del IV Cuerpo de Ejército, mandado por el
provocador Mera. Sin hablar de detención de jefes comunistas y
localización y vigilancia de los miembros del Buró Político del
Partido Comunista.
Finalmente
-sin insistir en más detalles-, la propuesta hecha por un provocador
extranjero de la FAI, llamado Gronfeld, en la reunión del Frente
Popular Nacional verificada el 26 de febrero en Madrid, de que fuera
el Comité Nacional del Frente Popular el que como Junta, asumiera
las funciones de Gobierno; propuesta rechazada enérgicamente por el
Partido Comunista, que la calificó de “nueva Junta de Burgos”,
así como por todos los representantes de las Organizaciones (Partido
Socialista, Henche; UGT, Rodríguez Vega y Domínguez; Unión
Republicana, Del Río (uno de los traidores después); Izquierda
Republicana, Ariño; Partido Comunista, Checa y Delicado).
Todos
estos hechos demuestran la falsedad del “contragolpe”; de la
“reacción espontánea del pueblo”, etc., etc., y por el
contrario, dejan claro que Casado, junto con faístas,
socialistas-trotskistas y capituladores, ayudados por algunos
militares profesionales sospechosos y traidores, y masones, bajo el
estímulo y dirección de Inglaterra, y de acuerdo con el enemigo,
preparó la sublevación de Madrid, a base de profundizar la división
de socialistas y comunistas; de intensificar la lucha contra la URSS
y el comunismo; de descomponer el Ejército y la retaguardia; de
sabotear la resistencia y el engaño más descarado.
Cómo
pudo triunfar la sublevación será tema a tratar en otro artículo.