miércoles, 17 de junio de 2020

Pedro Checa; El final de la heroica guerra de España, 1940








  • Transcrito según las copias de Cervantes Virtual de los números 4, 6 y 7

En estos días se cumple un aniversario trágico para el pueblo español: el de la fecha en que un grupo de traidores, Casado, Besteiro, Carrillo, Miaja, Mera ect., de acuerdo con Prieto, Martínez Barrio, Azaña y Caballero, siguiendo órdenes de los gobiernos reaccionarios de Inglaterra y Francia, que querían el triunfo de Franco, se sublevaron en Madrid contra la República Popular, abrieron los frentes a Franco y los invasores, y con su traición vil pusieron fin a la gloriosa guerra del pueblo español por su independencia y su libertad, entregándole a la dominación de las más tenebrosas fuerzas de la reacción, que iban a verificar una espantosa sangría de los mejores hijos del pueblo.

Con sus treinta y dos meses de heroica lucha, el pueblo español brindó al mundo un ejemplo magnífico de heroísmo, de abnegación y de espíritu de organización. Desorganizada toda la vida del país por la reacción sublevada, el pueblo, a cuya cabeza se encontró en todo momento el Partido Comunista, organizó sobre la marcha, y en la lucha misma, un ejército popular, disciplinado, heroico y poderoso, que supo resistir e infligir derrotas a un enemigo superior; reconstruyó sobre las nuevas bases toda la vida del país, en el terreno económico, industrial, agrario, cultural; incorporó a la vida social a grandes masas del país, hasta entonces pasivas, especialmente mujeres y jóvenes; creó un régimen organizado, democrático y popular, que sobre la base de satisfacer las necesidades más sentidas por las masas unió a estas en la lucha, plenas de entusiasmo, e hizo avanzar al país en el terreno económico, político y social, decenas de años, en relación con el nivel existente el 16 de febrero.

Enemigos de dentro y de fuera

A dos poderosísimos enemigos se vio obligado el pueblo a hacer frente el 18 de julio, y contra ellos luchó heroicamente: de una parte, los enemigos interiores, las fuerzas militares alzadas contra la República, las formaciones armadas fascistas, los grandes terratenientes, la gran burguesía y el capital financiero y el clero, ayudados directamente en su alzamiento y en su lucha por dos grandes países imperialistas (Italia y Alemania), de los que recibieron una ayuda continua y creciente en armas, municiones y cuerpos de ejército; ayuda sin la cual Franco no hubiera logrado la victoria sobre la República.

De otra parte, la política de la reacción anglofrancesa, que a pesar de la intervención de Alemania e Italia, no obstante los compromisos contraídos, y las normas más elementales del derecho internacional, traicionó a la República y a la democracia al aplicar la No Intervención, que se transformó desde el comienzo en ayuda a los agresores exteriores e interiores, y que a partir del crimen de Múnich se transformó en intervención abierta contra la República, para contribuir a la victoria de Franco.

Así, en septiembre de 1938, sólo la retirada unilateral de los voluntarios internacionales pudo paralizar el reconocimiento de Franco por Francia e Inglaterra. En el transcurso de la ofensiva enemiga contra Cataluña se intensificaron las presiones sobre el gobierno, mandos militares y dirigentes de la República; en febrero de 1939, la flota inglesa, de acuerdo con Franco, impuso la entrega de la Base Naval de Mahón a Franco, sirviéndose del traidor Ubieta; y, finalmente, con la derrota de Cataluña, a la que ayudó reteniendo las armas destinadas a hacer frente al enemigo, encerraron a los combatientes del Ejército republicano en campos de concentración como prisioneros de guerra, así como a la población civil evacuada, reconocieron a Franco, y a través de los representantes diplomáticos en la zona Centro-Sur organizaron la traición de Casado para acabar con la resistencia republicana.

A pesar de contar el pueblo español desde el primer momento con la generosa ayuda de la Unión Soviética y con la solidaridad activa de los pueblos del mundo, ni la primera pudo ser más intensa por el sabotaje descarado de los gobiernos de Inglaterra y Francia, que espiaban, denunciaban y obstruían por todos los medios la ayuda; ni la segunda, encaminad a contrarrestar la política de asfixia de la reacción francoinglesa, pudo ser más eficaz, a consecuencia de la política de la II Internacional, que apoyó desde el primer momento la actividad de los reaccionarios anglofranceses que partió de la no intervención propuesta por Blum, con el hipócrita pretexto de evitar al pueblo francés los horrores de la guerra -¡él, que defiende la actual guerra imperialista y pide su transformación en guerra antisoviética!-; política que continuó con la actitud de los jefes laboristas que amenazaban con dividir la II Internacional si ésta aceptaba el Frente Único Internacional en apoyo al pueblo español, propuesto por la Internacional Comunista repetidas veces; y con los esfuerzos dedicados, por el contrario, a impedir la unidad internacional, y en España concentrando sus fuegos, no contra Franco, sino contra la parte más combativa del pueblo: el Partido Comunista.

Contra todos los enemigos exteriores e interiores ha luchado el pueblo español, tenaz y heroicamente; en el curso de la lucha a aprendido a tener confianza en si mismo y en su fuerza, en su capacidad organizadora y dirigente. Con el Partido Comunista de España -único que ha tenido fe en la victoria, porque confiaba en el pueblo-, a su frente, ha asombrado al mundo por so combatividad y heroísmo. Al final, el pueblo español ha sido derrotado, pero no vencido; mejor dicho, ha sido estrangulado por el bloque de todas las fuerzas de la reacción mundial. Pero en condiciones más difíciles prosigue la lucha, y no cejará en ella hasta obtener la victoria sobre el régimen de hambre, miseria y terror de Franco.

La trayectoria de los traidores

La traición de Casado, Besteiro y compañía, no fue, como sus autores o defensores pretendieron, producto de una situación determinada -la existente en la España republicana el 5 de marzo de 1939- ni patrimonio sólo -¡triste patrimonio!- de sus causantes directos. Representa la culminación, el broche de una cadena ininterrumpida de traiciones, tanto en el exterior como en el interior, desde el comienzo mismo de la guerra y aún antes. Traiciones que cada vez que fueron descubiertas por la vigilancia revolucionaria del Partido Comunista fueron aplastadas por el pueblo español con la máxima energía.

Claro que esto no reduce un ápice la tremenda responsabilidad de los miserables casadistas, autores directos del crimen cometido. Pero sitúa debidamente ante el pueblo los antecedentes y las responsabilidades de todos los que, por uno u otro camino, intentaron antes que la Junta, traicionar sin lograrlo, porque el pueblo lo impidió, si bien le prepararon el terreno; y que hoy, en la emigración, continúan la política de la Junta, es decir, la política de la traición al pueblo español.

Desde el primer momento de la lucha, se ha manifestado con fuerza, la tendencia y los propósitos de capitular sin lucha; de efectuar un compromiso, de buscar la mediación, de entregar el pueblo español al enemigo, Casado fue la culminación de esta trayectoria.

Así, apenas surgida la sublevación en la noche del día 19 de julio de 1936, Martínez Barrio, Miaja y Sánchez Román, formaron un gobierno que se proponía efectuar la entrega del pueblo a los generales traidores. La reacción enérgica del Partido Comunista, frustró ese intento de traición en una sola noche.

En el año 1937, Besteiro, de acuerdo con Azaña, aprovechó su viaje a Londres, con motivo de la coronación del rey Jorge, para negociar el compromiso con Franco y la mediación de Inglaterra; intento fracasado por la movilización popular, organizada por el Partido Comunista.

En ese mismo período, Araquistain, embajador de Caballer en París, según él mismo declara ahora, entró en relaciones, no ya con Franco, sino con las autoridades italianas y alemanas, para concertar un arreglo, en tanto en España, para cubrir su actividad traidora, Caballero y sus amigos hablaban contra un supuesto “abrazo de Vergara”. Y es en mayo del 37, cuando los trotskistas y la FAI se levantan en Barcelona, de acuerdo con el enemigo y aprovechando un momento apurado de la República, a fin de abrir los frentes de Aragón al enemigo y obligar a capitular al pueblo, con el apoyo y la defensa de Caballero. Sólo el gran movimiento iniciado por el Partido Comunista y desarrollado en el ejército y el pueblo contra los traidores y sus cómplices, al barrer aquella situación, impidió la catástrofe.

En marzo de 1938, cuando desencadena el enemigo su ofensiva en el frente del Este y se crea una situación delicadísima que obliga a una enérgica reacción de la República, Prieto, entonces Ministro de Defensa Nacional, de acuerdo con Azaña, da por perdida la guerra y se lo comunica al embajador francés, facilitando así el pretexto al gobierno de Francia para justificar la no entrega de material de guerra, y a Blum para rechazar las propuestas del Partido Comunista de Francia de ayuda a España.

Consecuente con su conclusión, Prieto impide la adopción de medidas para paralizar al enemigo, que avanza, sin encontrar ningún obstáculo, pide al jefe del Estado Mayor reiteradamente un plan de repliegue de todos los ejércitos de la República hacia Cataluña, abandonando todo el resto del país al enemigo y para presionar al resto del gobierno, organiza con el embajador de Francia el envío de un buque de guerra francés para sacar al gobierno de la República de Barcelona, abandonando la lucha y entregando inerme al pueblo a la ferocidad de Franco.

En aquellos momentos, si la guerra evidentemente no estaba perdida, la actitud de Azaña, Prieto, Giral, etc., conocida por el enemigo, lo cual les daba más fuerza para continuar la lucha, tendía a precipitar los acontecimientos, a dar margen a nuevos avances del enemigo y a que la situación fuera efectivamente desesperada, justificando así su posición y determinando el abandono de la lucha.

La enérgica actitud del Partido Comunista, la gran movilización que éste organizó en todo el país, en los frentes y en la retaguardia, la demostración armada del pueblo y de las fuerzas militares de Barcelona, ante el Palacio Presidencial, determinaron el fracaso de los propósitos de esos traidores y la salida de Prieto del gobierno. Es inútil que Prieto niegue las causas y razones de su salida del gobierno. Estos son los hechos innegables, imposibles de refutar.

Justamente en aquellos momentos, cuando el enemigo dividía el país en dos zonas, intentaron los dirigentes de la Agrupación Socialista Madrileña y elementos de la FAI, crear un segundo gobierno en Madrid para dar la impresión al enemigo de la descomposición de la República y crear las condiciones de la capitulación acabando con la política de resistencia, según manifestaba claramente Wenceslao Carrillo.

A mediados de 1938, realiza su viaje a Barcelona el traidor Besteiro, llamado por Azaña, quien, aprovechando las dificultades de la situación, pretendía un intento de acabar con la guerra; y poco después se provoca una crisis de gobierno, que si aparentemente tiene como motivo, la defensa de las facultades autonómicas de Cataluña, tiene como fondo, (según declara abiertamente Quemades, secretario de Izquierda Republicana), acabar la guerra de una vez.

Es en el curso de 1938, cuando más preciso era concentrarse en torno al gobierno de unión nacional, cuando la llamada “charca” no desperdicia una situación difícil, un ataque del enemigo, una dificultad, un obstáculo cualquiera, para agravar la situación y tratar de romper la política de resistencia, que tiene su culminación en la magnífica epopeya del Ebro.

Mientras tanto en la zona centro-sur, Miaja, a pesar del deseo de los soldados, de su combatividad puesta a prueba en Levante y Extremadura, inmoviliza el ejército, impide la ayuda a los que en Cataluña hacían frente a un enemigo muy superior, secundado por Casado y otros traidores.

Y cuando forzado por el enemigo, el Ejército de Cataluña se ve obligado a evacuar a Francia, Azaña, que repetidas veces intentó huir de España, se niega a trasladarse a la zona centro-sur, dimite de la Presidencia de la República, y hace pública una nota en que da la guerra por perdida, sin hacer siquiera mención de los 800.000 soldados en armas y los millones de españoles que había en la zona centro-sur, dando alientos a Franco para su último intento contra la República, y le secunda Martínez Barrio, que constitucionalmente debía asumir la Presidencia de la República y que se niega a asumirla y a trasladarse al territorio que permanecía adicto al gobierno.

Casado y compañía, al servicio de la reacción mundial

Todos estos hechos han servido para crear un ambiente en que los capituladores pusieron en práctica su obra de traición. Por eso, cuando la República se encontraba en una situación más delicada, cuando sólo haciendo un enérgico esfuerzo era posible hacer frente al enemigo, que liquidada Cataluña iba a lanzarse contra los Ejércitos de la zona centro-sur, Casado y Besteiro, juntos con algunos altos jefes militares traidores, el inepto Miaja en primer lugar, utilizando como instrumento a la FAI, brazo armado de la traición, a los dirigentes de la Agrupación Socialista Madrileña, y a los agentes franquistas en nuestra zona, después de ponerse de acuerdo con el cónsul inglés, y, a través de su Estado Mayor y de Besteiro, con el ejército enemigo y con la falange –según ha declarado el propio Besteiro en su proceso- realiza su traición, en la que la cobardía y el afán de conquistar la benevolencia de Franco, asesinando a los comunistas y abriéndole los frentes, unió a los agentes franquistas, a los capituladores y a los derrotistas en este hecho criminal, que en un sólo día iba a producir más víctimas que en 32 meses de lucha.

La traición de Casado y compañía en Madrid es, pues, la culminación de una política constante, que desde el primer día de la guerra, frente a la voluntad de resistencia del pueblo, de la que es la expresión más fiel la política del Partido Comunista de España, ha tratado de impedir la lucha, he hecho todo género de esfuerzos por romper la resistencia y ha llegado a la traición abierta.

¿Por qué esos elementos han seguido esa trayectoria?

La reacción anglo-francesa temía que por la victoria del Frente Popular en España, se operara un desarrollo de la revolución democrática, de una República Popular, con un hondo contenido social, que fuera un ejemplo para los pueblos del mundo. De idéntica manera en España también estos elementos temían, más que a Franco, al triunfo de la clase obrera y del pueblo; temían que la clase obrera, que guiaba al pueblo en su lucha por la independencia y la libertad y que garantizaba un desarrollo consecuente de la revolución democrática, la llevara adelante victoriosamente. Y repitieron lo ocurrido en el año 33, en que entregaron el poder a la reacción, dos años después de proclamada la República.

Por eso, tras la derrota, en vez de luchar por la reconquista de España, contra el franquismo y su régimen de terror, esos mismos elementos dicen que la lucha ha terminado, hablan de reconciliación, de monarquía, de Besteiro como figura cumbre del pueblo español; es decir, continúan en la emigración su obra de traidores.

Parte II

Hemos analizado en el anterior artículo, cómo la traición de Miaja y compañía significaba la culminación de toda una política de reacción anglo-francesa y de sus agentes en España, dirigida estrangular la República Popular, por miedo al Frente Popular victorioso y por el deseo de liquidar ese foco progresivo y democrático que constituía un obstáculo para iniciar la guerra imperialista y contrarrevolucionaria que venían preparando.

Queremos hoy hablar de cómo pudo desarrollarse ese criminal golpe que yuguló la resistencia popular. Tanto más, que si las consecuencias de la traición son, en general, claras, esta cuestión mueve aún a confusión -que sirve a los traidores-.

Estos han tratado de explicarlo principalmente como una “reacción del Ejército y del pueblo” contra la política de resistencia del Partido Comunista, seguida por el gobierno presidido por el doctor Negrín y contra la llamada “hegemonía comunista”, como una expresión del “firme deseo de paz” existente entonces; como una medida “preventiva” contra un “levantamiento comunista” en preparación, etc. Todo es una burda máscara para encubrir la realidad, y si se repasan los pretextos utilizados, por coincidencia con los traidores de la Junta.

Contra la unidad y contra el Partido Comunista

Los hechos, incontrovertibles, conocidos unos antes, otros después, muestran a través de qué se ha gestado el golpe.

En primer lugar, rompiendo la unidad del pueblo y del Ejército. Era y es claro, para los españoles todos, que sólo con la unidad popular se pudo ofrecer al mundo el espectáculo de una resistencia prolongada a tan poderosos enemigos como se enfrentaban al pueblo. Por eso los esfuerzos de los trotskistas, de los aventureros de la FAI, de Besteiro y sus amigos, y de Caballero y sus acólitos, fueron constantes en esa dirección. La lucha enérgica y constante del Partido Comunista por la unidad de la clase obrera y del pueblo, junto a la actividad de los socialistas amigos de la unidad, pudo contrarrestar esa obra infame de división y disgregación del Frente Popular.

Pero la política de colaboración entre el Partido Comunista y el Partido Socialista, establecida con el pacto de unidad de 1937, fue prácticamente rota, especialmente a partir del Comité Nacional del Partido Socialista del 9 de agosto de 1938, celebrado en Barcelona. Hoy es completamente claro leyendo el informe publicado por Prieto -ese documento pleno de inmundicia y maldad-, que Prieto se vengó del pueblo, que le impidió capitular en marzo, centrando toda su actividad en romper la unidad de socialistas y comunistas.

Y desde ese momento los Comités de enlace de socialistas y comunistas debilitan su trabajo común, que tantos beneficios reportaba; los Frentes Populares se debilitan; en el Ejército se llegó a declarar en Madrid ¡una huelga de Comisarios!, por Piñuela, protegido por Prieto y la Agrupación Socialista Madrileña, que prácticamente era una rebelión.

Toda esta orientación impresa por prieto al Partido Socialista, unido a los obstáculos ya existentes por la obra de otros enemigos, facilitó la actividad de Casado y compañía, que al amparo de la insuficiente unidad, cuando más precisa era ésta, y de la lucha contra ella, preparaban su traición.

En segundo lugar, mediante la intensificación de la lucha contra la URSS y el comunismo. Con el pretexto del “proselitismo”, de “absorción”, de “predominio comunista”, etc., todos los enemigos de la resistencia, en vez de preparar al pueblo para la lucha contra Franco y los invasores, acentuaron su lucha contra el Partido Comunista para aislarlo de las masas. Al no lograrlo, se apelaba a la represión, utilizando al SIM, dirigido por Pedrero, como instrumento anticomunista, en vez de combatir al enemigo.

Es claro que se luchaba contra el Partido Comunista, por ser el más firme puntal de la resistencia, pues se quería romper ésta. Así, al amparo de esta lucha, Casado y compañía pretendían crear las condiciones para su obra.

Por otra parte, descomponiendo al Ejército. Durante un año Miaja y su Estado Mayor se negaron a operar en la zona centro-sur, permitiendo que el enemigo descargase toda su fuerza sobre los ejércitos de Cataluña; cuando forzados, se vieron obligados a operar en Extremadura, con un gran éxito inicial del Ejército republicano, paralizaron las operaciones. Obligados a operar en Madrid, el Estado Mayor de Casado entregó al enemigo el plan de operaciones sobre Brunete, determinando el fracaso.

Contra la política de resistencia

Todo ello tendía a la desmoralizar, a hacer perder todas las cualidades combativas de nuestro Ejército y descomponerlo, para facilitar la obra del enemigo.

Durante el período anterior al golpe, se dejó trabajar a los enemigos con toda libertad. Falangistas, espías y saboteadores, enemigos de toda laya, trabajaban a la luz del día, e incluso cuando estaban presos eran libertados por Miaja, Casado y el SIM. Los traidores que intentaban pasar al enemigo eran perdonados por Miaja. Se dejaba libertad plena al bulo, al rumor, fabricado en las covachuelas derrotistas y de la quinta columna, intensificando, al tiempo, la censura contra el Partido Comunista y retirando los aparatos de radio que permitían conocer la situación.

Se prohibía la propaganda de los Comisarios ante el enemigo, cuando los franquistas intensificaban la suya en el nuestro.

Así mismo se verificaba un sabotaje descarado a la organización de resistencia. Decretada la movilización general, Miaja y Casado, los dirigentes de la Agrupación Socialista Madrileña y de la FAI, con el pretexto de no desorganizar la producción -que entregarían después intacta al enemigo-, saboteaban abiertamente la incorporación a filas; impedían la organización de reservas bajo el pretexto de que no había armas e impedían la incorporación de las mujeres a la producción.

Por otro lado, se acrecían consciente y deliberadamente las dificultades -¡por si hubiera pocas!...- a fin de irritar al pueblo y fatigarle más; de influir sobre él par que perdiera la moral y el deseo de continuar la lucha. Particularmente se hacía esto con el abastecimiento, aparato dirigido por algunos elementos socialistas y en el que toda corrupción e inmoralidad hallaba cobijo.

Se provocaba un estado de pánico entre los cuadros dirigentes y sectores más medrosos. Se abultaba el volumen de la “ofensiva inminente” del enemigo y sus elementos; se reducían al límite los medios y posibilidades de nuestro Ejército; se creaba una psicosis de encierro, de copo, de degollina irremediable, ante la “rotura fulminante de los frentes” por un solo empuje del enemigo. Todo esto determinaba que elementos cobardes, de los que nunca faltaron en la guerra, huyeron vergonzosamente, sembrando el pánico.

Así, la Delegación de la zona centro-sur del Partido Socialista Obrero, radicada en Albacete, se escapaba un día a Orán con varias maletas de azafrán; el teniente coronel Nieto, de Carabineros, que en la represión anticomunista posterior se portó como un “héroe”, intentó escaparse; otros dirigentes socialistas, republicanos, anarquistas, huían con sus correspondientes maletas de azafrán en barcos, canoas, etcétera, por el procedimiento más a mano.

Parte III

Finalmente, se verificaban los engaños más cínicos. Cuando más evidente era que Francia e Inglaterra iban a estrangularnos, se las presentaba como salvadoras, atacando al mismo tiempo a la URSS. Se decía que Inglaterra y Francia no podían permitir el triunfo de Alemania e Italia, que a última hora prestarían ayuda enviando divisiones y cuerpos de ejército e imponiendo condiciones a Franco que salvaguardarían la independencia y la libertad de España. Claro que para eso exigían que no hubieran comunistas. Molina Conejero, dirigente socialista, llegaba a decir que a los comunistas quizá habría que sacrificarlos para salvar al pueblo español, pero “¡qué mejor ocasión para sacrificarse hermosamente por la salvación del país!”

Se presentaba a los comunistas como dispuestos a sacrificar estérilmente al pueblo con una resistencia inútil, numantina. La venida de los mandos y de los dirigentes comunistas desde Francia -otros se negaban a venir y desertaban- se presentaba como un intento de golpe que se preparaba para sacrificar al pueblo en una resistencia desesperada, en tanto que había posibilidades de paz.

Se hablaba de las condiciones de paz posibles desfigurando los tres puntos de las Cortes de Figueras, insinuando que ya se habían comenzado negociaciones con el enemigo; incluso se divulgaban por Garijo y Casado, las condiciones de éste, entre las que se hacía figurar el respeto a mandos militares en general, con exclusión de los comunistas, etc.

Se abultaban las dificultades del enemigo, haciendo creer, por un lado, en su irresistible ofensiva; por otro, en su hundimiento.

Se hacía correr que el Gobierno de la República había huido, etcétera.

Sobre esa base se preparó el golpe políticamente.

En cuanto a su preparación, los hechos siguientes lo explican:

Las relaciones de Casado con el Encargado de Negociaciones, agregado militar, cónsul y demás agentes de Inglaterra, con pretexto de concertar canjes, pero con el propósito de concertar la traición. Justamente cuando se le llamó la atención a Casado sobre la frecuencia de esos contactos, hipócritamente nos decía: “Son terribles esos señores con sus presiones y sugerencias.”

Las relaciones sostenidas por Miaja con idénticos bandidos y con idéntica finalidad. El canje de su hijo, preso en Pamplona, arreglado por los agentes ingleses, no dejó de jugar un gran papel en ganar al ambicioso y egoísta traidor. ¡Heroico Miaja! ¡Salvaba a su hijo y entregaba a millones y leales hijos de España!

Las conversaciones directas de Garijo y Muedra, del EM de zolo (?), del EM de Casado, con los jefes del Ejército franquista.

El contacto infame de Besteiro, agente de Inglaterra, con sus jefes y con los de Falange en Madrid, en las que ultimaba los detalles para efectuar la entrega de Madrid sin efusión de sangre, para evitar los excesos de los comunistas, que eran los peores enemigos -declaración de Besteiro en el Consejo de Guerra-, y con Casado bastante antes de la pérdida de Cataluña. (El gángster Hermosilla, director de la La Libertad, de Madrid, publicó bastante antes de la traición un artículo expresivo acerca de ello).

Las gestiones hechas por casado con diversos jefes militares, profesionales y comandantes militares y autoridades (Matallana, Menoyo, jefe de la Flota y de la Base Naval, Burillo y Canito, Orge, Rubert, Cabrera, etc.), empleando como enlace a un traidor llamado De Buen, comandante de su EM, miembro de la Agrupación Socialista Madrileña, y a Pedrero, jefe del SIM, y a Girauta.

Las relaciones estrechas con la FAI y sus jefes y comisarios, que determinaban reuniones y acuerdos y la creación de un órgano insurreccional de la FAI, en Madrid, con Mera, Prada, Val, Salgado y otros traidores, sin contar a Casado, miembros del Sindicato de Profesiones Liberales de la CNT, así como la acumulación de armas, municiones, etc., en los locales faístas.

Y las sostenidas con la Agrupación Socialista Madrileña, que se tradujeron en una consulta a Carrillo, De Francisco y otros miserables, con todos sus mandos y Comisarios, en la que se tanteó su estado de ánimo acerca del Partido Comunista y del Gobierno y su disposición a cumplir con disciplina las órdenes que diera la Agrupación Socialista Madrileña. (No contaban, al hacer eso, con la existencia de socialistas amigos de la unidad, leales y honrados, que se apresuraron a informar al Partido Comunista de lo extraño de estos manejos).

Las medidas organizativas tomadas con tiempo (cambio de unidades militares y de mandos y de comisarios; de chóferes y escoltas, de armamento y municiones y de transportes, etc.), todo ello tomando como base de operaciones del IV Cuerpo de Ejército, mandado por el provocador Mera. Sin hablar de detención de jefes comunistas y localización y vigilancia de los miembros del Buró Político del Partido Comunista.

Finalmente -sin insistir en más detalles-, la propuesta hecha por un provocador extranjero de la FAI, llamado Gronfeld, en la reunión del Frente Popular Nacional verificada el 26 de febrero en Madrid, de que fuera el Comité Nacional del Frente Popular el que como Junta, asumiera las funciones de Gobierno; propuesta rechazada enérgicamente por el Partido Comunista, que la calificó de “nueva Junta de Burgos”, así como por todos los representantes de las Organizaciones (Partido Socialista, Henche; UGT, Rodríguez Vega y Domínguez; Unión Republicana, Del Río (uno de los traidores después); Izquierda Republicana, Ariño; Partido Comunista, Checa y Delicado).

Todos estos hechos demuestran la falsedad del “contragolpe”; de la “reacción espontánea del pueblo”, etc., etc., y por el contrario, dejan claro que Casado, junto con faístas, socialistas-trotskistas y capituladores, ayudados por algunos militares profesionales sospechosos y traidores, y masones, bajo el estímulo y dirección de Inglaterra, y de acuerdo con el enemigo, preparó la sublevación de Madrid, a base de profundizar la división de socialistas y comunistas; de intensificar la lucha contra la URSS y el comunismo; de descomponer el Ejército y la retaguardia; de sabotear la resistencia y el engaño más descarado.

Cómo pudo triunfar la sublevación será tema a tratar en otro artículo.

La economía de Cuba en los siglos XIX-XX y los inicios del movimiento obrero

La "independencia" Cuba en el 98 se salda con una enorme influencia económica y política de Estados Unidos. Se potencia la producc...